Redireccionando...

lunes, 31 de marzo de 2014

No lo pillo

Llevan unos meses por todas partes y todavía no les he pillado el punto. No termino de entender esta moda de las camisetas y sudaderas de marca falsa. Y no me refiero a lo raruno de ir vestidas con prendas chandaleras, que me daría para escribir una epístola, sino a lo de lucir imitación.

Nunca he sido de ese tipo de persona a la que le chifle lucir una marca donde sea y como sea. Así que lucir una de tamaño letrero de farmacia, menos todavía. Y si encima es falsa, no les quiero ni contar...


Pues bien, otra de las aportaciones maravillosas que han hecho los y las bloggers de medio mundo a nuestros armarios, ha sido ésta. Plantarse una firma en la pechera cual "compro oro" pero jugando con las letras de alguna marca carísima. Hacerlo alterando "Calzados Victoria" no tendría el mismo alcance... 

Aquí la señorita de debajo de este párrafo es ideal de mona, pero... Por Dios, qué clase de despropósito es eso que se ha puesto?


Sinceramente, después de los crop tops, de las gafas de sol con cristal de espejo naranja y los selfies en el ascensor, no entiendo cómo esta troupe de malvestidos sigue teniendo credibilidad... En fin. No me tiren de la lengua que la lío...


Lo dicho. Que no entiendo dónde está el chiste de estas humorísticas copias. Lo que sí me ha quedado claro es que Brian Lichtenberg está engrosando su cuenta bancaria como para poder vestir toda la vida con esas marcas a las que imita de forma burlona. Supongo que cuando se le vaya cayendo el dinero de los bolsillos, el colega Brian seguirá vistiendo de chándal (no me cabe la ironía con la que escribo en un solo post...).


Y es que aunque sea en broma, este señor se está haciendo de oro a costa de firmas en las que trabaja mucha gente creativa, con años de experiencia y con un nombre muy serio en el mundo de la moda. Si usted vende camisetas es porque Hermés, Céline y Saint Laurent se lo curraron primero. Es usted muy gracioso, pero tiene bastante morro.

Le deseo un largo porvenir en mercadillos y tiendas de chinos señor Lichtenberg. Quien roba a un ladrón...

viernes, 28 de marzo de 2014

Otra? Sí, otra

Cada vez que inicio una ruta de shopping me lo repito unas seiscientas veces "no voy a comprarme otra camisa blanca, no voy a comprarme otra camisa blanca..." pero es en vano. Siempre acabo con una nueva de camino a casa. Y para colmo del recochineo, suele ser la mejor compra.

Y es que las camisas blancas son el comodín que siempre funciona. Da igual el estilo, la edad o el presupuesto. Una camisa blanca es lo más parecido al maná del estilismo. 


Las blusas blancas son el comodín por excelencia de las fashion más fashion del mundo-mundial. Lo mismo se las plantan con vaqueros des esos que parecen que han arrastrado debajo de las ruedas de un tanque, que con una falda de organza con bien de volantes... Vamos, que lo mismo nos valen para ir al Eroski a por yogures, que para recoger un premio y leer un agradecimiento de página y media.


Que las camisas sean la prenda de vestir más básica del armario no significa que no tenga manual de uso. Para empezar, nada de camisa elásticas de esas que revientan los botones por delante. Sorry. La que tenga aspiraciones de stripper se ha equivocado de blog.


Siempre deben tener un aire masculino, ser sueltas y llevarse bien remangaditas. Mejor soltar un botón de más que apretarlas hasta que éste reviente solito. Insisto.

Que nos pongamos una camisa así no significa que haya que disfrazarse de hombre, la chispa está en el contraste. Llenarse de collares, o combinar con una falda tubo es suficiente para conseguir ese look.


Y lo bueno de la camisa blanca es que con vaqueros tobilleros y unas bailarinas también estamos de atar. Para que no piensen que siempre quiero subirles a ustedes al andamio de unos tacones infinitos... Unas gafas XXXL y un bolso de la misma proporción y ya están ustedes listas para ir de compras por la milla de oro de turno.

Todo el mundo debería tener una prenda comodín. Hay quien elige unos vaqueros o una bufanda azul marina; yo me pido la camisa blanca. Sí, otra camisa blanca.

Imágenes vía Pinterest

jueves, 27 de marzo de 2014

El clutch ya no es lo que era

Habemus boda. Cuántas veces han dejado el tema del bolso para el final? Admítanlo. Casi todas. Una vez pensado el conjuntito de turno, lo habitual es acudir al armario de alguna madre/hermana/amiga con el síndrome de Diógenes a por el clutch de carey, la baguette negra de raso o la bombonera cuajada de brillos para rematar el look bodil. 

O eso, o adquirir sin ningún tipo de alegría ni alboroto, una de las tres opciones. Por aquello de volver a utilizarlo en otra boda... Vamos, que suele ser el gasto menos ilusionante.


Pues verán. Se acabó. Si bien los clutchs básicos de los que hablaba funcionan y cumplen su misión, están más pasados que la permanente. Venga, va. Les propongo un reto, busquen la imagen de alguna semana de la moda de alguna capital de las que molan (la Cuzcurrita Fasion Güik no vale...) en la que la escuálida de turno no luzca un bolso de mano...


Les he pillado. No la encuentran. Ahora lo más de lo más en las puertas de los pabellones donde se celebran los desfiles, son los maxi-clutchs. Bolsos de mano bien grandes, vamos. Y no sólo eso. Es que estas desaprensivas los llevan hasta con vaqueros!!! 


El caso es que nos gusta y nos abre un mundo de posibilidades. Por no hablar de que por fín podremos meter en el mismo bolso el móvil, la cartera y las llaves, sin tener que jugar una partida al Tetris, nivel 976 avanzado, para conseguir que entren. Si eran ustedes de las que, además, tenían que meter la caja de las lentillas, directamente debían pasar al modo Premium...

El colmo ya es ser madrina en la boda y tener que llevar las gafas para leer... Se me pone la piel de gallina sólo de pensarlo...


Otro must de los nuevos bolsos de mano es que sean de colores, estampados, bordados o llenos de piedras de colores. Cuanto más raro, mejor. Si les da por comprar uno de color negro, marrón, gris o aburridamente similar, les ponen falta y les mandan a Septiembre.


Ni logos ni historias, aquí el éxito no lo garantizan las iniciales de alguna firma francesa requetecara, sino la creatividad y el gusto (a poder ser un puntito estrafalario). Así que ya saben, da igual si Inditex o Valentino, pero háganse con uno y úsenlo para todo.

Imágenes vía Pinterest

miércoles, 26 de marzo de 2014

Andrea, cómo me suena tu cara...

Fue la primera frase que le dije según entró por la puerta. Es que no puedo estarme callada ni un ratito... Claro que me sonaba su cara, Andrea se sienta en mi salón todas las noches para contarme las noticias en el Teleberri de ETB2. Si es que no sé en qué mundo vivo...

Me gustaron su corte de pelo y la forma que tiene de mover las manos. Era distinta. 

Aunque parezca mentira, tiene piernas. Dos. Y muy largas. Y al final tiene dos pies en los que calzó unos zapatos verdes. Un capricho.


Dejó claro desde el principio que no quería ser una princesa, que su día B iba a ser una fiesta con amigos... Y poco a poco fuimos dando forma a su vestido maravilloso.

De ella me sorprendió lo seria que se ponía en las pruebas... Cuando empezaba a pensar que había algo que no le convencía, me miraba y me decía que estaba perfecto. Prueba superada.


Su vestido eran metros infinitos de tul. Nada más. Unas mangas desenfadadas y casi transparentes, y otro capricho: unos apliques que hicieron de su sencillísima espalda, algo espectacular.

Un`arrebato de alegría después de unas semanas de angustia que las dos compartimos. Y es que su boda fue una celebración por varios motivos. Ella sabe de lo que hablo... Ustedes no, pero permítanme este guiño.


El caso es que aquella chica tan seria, con aquella cara tan conocida, acabó sonriendo de forma incontenible mientras decía que no quería quitarse su vestido el día de la última prueba. 


Mil gracias Andrea por compartir conmigo todos esos ratos, los de disfrutar, los de preocupación, los de debate, con tu ama y con tu hermana... Ha sido un placer y un honor.


 Fotografías de Bonilla Fotógrafos

martes, 25 de marzo de 2014

En la vida hay que tomar decisiones

Sí señoras. Duele, pero es así. Ese momento en el que hay que elegir entre la cara o el pandero, es casi tan doloroso como éste del que les hablo hoy: escoger entre las gafas o las patas de gallo. Seguir forzando los ojillos hasta que los surcos arruguiles lleguen a las orejas, o plantarse unos cristales tipo mirador de chiringuito.

Cuando el problema radica en no ver el precio de las etiquetas aún cerrando los ojos hasta dejar una ranura infinitesimal , no hay opción a decidir. Las gafas son innegociables. Básicamente para no llevarse un susto a la hora de pagar y que, aquello que vimos como céntimos, en ralidad eran ceros de los buenos.


El verdadero dilema viene cuando el señor de la bata blanca dice eso de "sólo para leer", "sólo para el cine", "sólo para hacer punto de cruz a la luz de la luna...". A ver. Eso es una trampa. Eso es como decir "tú misma, querida... si no te pones vidrieras vas a acabar con arrugas hechas con rastrillo"


Estoy muy sensible con este tema. Por que me ha pasado. Ha sido pasar los 30 y acabarse la garantía. Y he estado buscando imágenes en la red que me consolaran para autoconvencerme de que llevar gafas para coser mis tocados maravillosos es lo más chic del mundo-mundial.


Y si tengo que ser absolutamente sincera, tengo que decirles que lo he conseguido. He llegado a verme hasta mona con mis gafas nuevas. Qué carajo! Me veo ideal!! De todas ustedes, las que no usen gafas, admítanlo, han querido tenerlas alguna vez...


Ya no sólo me las pongo para leer, me pinto los morros del color que creo que mejor combina con ellas y bajo a tomar el café de media mañana con el aire intelectual que me dan mis gafas XL. 

Recuerden que no hay nada que consiga hacernos menos guapas, sólo hay que buscar la forma de darle la vuelta...

lunes, 24 de marzo de 2014

...Y esta es la historia

Pues no. No soy diseñadora titulada, no he ganado concursos, ni me he criado junto a una máquina de coser. No visto raro, ni soy una excéntrica loca. No tengo punto bohemio ni frecuento las fiestas de la jet set. No tengo barco, ni firmo con seudónimo. Si esperaban ustedes eso de mí, lamento defraudarles. Soy una mujer normal. Pero, para que no se queden con las ganas, les voy a contar una historia.

Sentada en la mesa de su atelier les escribe una mujer que creció rodeada de moda, que no de costura ni de tontería. 


Tenía aún los dientes de leche cuando la madre de mi más mejor amiga de aquella época, que tenía una tienda de tejidos de decoración, me regaló unos muestrarios viejos. Creo que ella no se imagina cuánto me marcaron aquellos pedazos de tela. A mí y al resto de mi familia, porque me dediqué a regalarles manteles, servilletas, coleteros, fundas para gafas, bolsas de ropa... hechos con estas manitas que hoy teclean posts, cosen tocados y dan forma a vestidos maravillosos.

Puede que todo empezara entonces.


Algunos años después de martirizar a la familia con tanta bolsita, ésta que les escribe se matriculó en arquitectura. La forma más seria de la moda. La ingeniería más creativa. Y se licenció, no sin sufrimiento y largos, larguísimos, años de estudio.

Ya en esa época comenzaron los viajes, las flores, las plumas... Ir a casa de las clientas con dos cajas inmensas forradas de cuadritos vichy llenas de pequeños tocados. A ver si piensan que llegué al Atelier sin morder el polvo...


Trabajar de lo mío y viajar en metro con mis cajas enormes empezó a resultar algo complicado. Así que decidí recibir en mi casa a las clientas en los ratos e los que no estaba pegada a una pantalla de ordenador dibujando planos. Aquello duró poco tiempo. 

Me di cuenta de que el reto de crear algo precioso para alguien que apenas conocía, me hacía absolutamente feliz. Y eso podía aplicarse a la arquitectura y a mis tocados. Sólo que con estos últimos me saltaba el Código Técnico y las visitas de obra. Para alguien a quien le gustan los tacones tanto como a mí, esto último fue un punto decisivo...


Así que aposté por divertirme. Por seguir diseñando y no tener miedo. Me tiré a la piscina y me rodeé de un equipo de lujo que me enseñara y aquí estoy. Haciendo vestidos y sin perder de vista a mis queridos tocados. 

Así que, señoras, discúlpenme si no estudié corte y confección, estaba bastante atareada aprendiendo de la vida misma.

viernes, 21 de marzo de 2014

Brillar a las 8am

Que me gusta la lentejuela y no lo puedo evitar. Que es ver un brillo y se me van los ojos... Eso sí, ya lo he dicho más veces, no me vale cualquiera. Ni de cualquier manera. Que esto, como todo, tiene sus riesgos, y del puntito chic sofisticado, al fondo de armario de Anita Obregón, podemos pasar en un segundo. Y quiero pensar que no es la intención...

Si es que quien no arriesga no gana. Y quien no chuta no mete gol.


Antes de nada, una aclaración. No quiero que me imaginen como una loca del brillo, una Beyoncé de provincia, la Norma Duval de mi escalera ni nada del estilo. Que una puede tener un gusto mejor o peor, pero tiene dignidad y sentido del decoro... No pretendo causar daños irreparables en la retina de mis compañeros de asiento de metro mañanero.


Nunca he entendido bien aquello de que el paillette es para la noche. El brillo da luz, levanta el ánimo, nos hace sentir especiales... Y cuando salgo con amigas un viernes noche no me hace falta nada de eso porque ya lo llevo de serie... Semejante chute de optimismo resulta mucho más práctico los lunes a las 8:30am de camino al trabajo. Seguro. 


Dicho esto, pensemos en el brillismo de una falda lápiz para ir a la oficina, o incluso en un pantalón pitillo. Nada de minis a no ser que queramos que parezca que venimos directas del after a la reunión de planificación. Una cosa es vestir como a una le dé la real gana, y otra bien distinta, ir pidiendo guerra...


Un básico para combinar una falda así es una camisa blanca, de algodón. No demasiado entallada, con un punto masculino. Y tacones. Sí señoras, tacones. No pongan los ojos en blanco. Ya está esta petarda subiendo al andamio

Todo lo que nuestros empeines estén dispuestos a soportar. Sólo se admiten pies planos si en lugar de falda elegimos la opción del pantalón. Hale, ya les he hecho una concesión, no se quejen.

 

El secreto está en el contraste. La diversidad de tejidos y texturas. Prohibidas transparencias, rasos y similares. Que hay quien ve una lentejuela y se viene arriba con todo... Además de con las camisas, pueden probar con punto o camisetas sueltas, según les inspire la climatología.


Y es que aún nos quedan cosas por inventar. Si hoy llevo una falda de neopreno y mañana una chaqueta de tela chandalera, por qué no voy a ir a trabajar plagada de lentejuelas??

jueves, 20 de marzo de 2014

Jone o la historia de un mareo

Ésta es Jone. Una novia sencilla, sonriente, algo tímida al principio, y con ese no sé qué que hizo que conectáramos enseguida... 

Cuando entró en el Atelier por primera vez, lo hizo con su madre y con su hermana. No hubo día en que le dejaran sola. Y menos mal, porque (quiero pensar que de la emoción!!) la pobre se mareaba cada vez que le probaba el vestido...


Éste es el vestido maravilloso de Jone. Sin historias. Sin can-cán ni volúmenes artificiales. Muy Sophie, et voilà! Metros y metros de muselina y unos hombros espectaculares. 


Ésta es la hermana de Jone. Si bien es cierto que tienen dos estilos diferentes, ella supo asesorar a la novia poniéndose en su piel, y eso no es nada fácil. Se notaba la complicidad entre ellas; esas cosas de hermanas... Ese momento entre el qué opinas? Te gusta? y el no te aguanto, de verdad...


Éste es el escote de Jone. Fue el punto que más trabajamos. Parece sencillo, verdad? Pues dar con la forma ideal, romántica sin caer en la ñoñería y sugerente sin resultar exagerado no fue tarea fácil. El toque de los hombros fue una locura casi al final del proceso... Y también tuvo su debate!


Y ésta es Jone vestida de novia a punto de casarse... Parecía que ese paseo no llegaba nunca! Me encanta el momento en el que empieza a sonreir sin despegar los labios y luego aparece la felicidad en forma de risa. Muy ella.


En las últimas pruebas tuvimos un espectador más, el padre de Jone. Cosa no demasiado habitual en los padres, se implicó dando su opinión, y, teniendo en cuenta que tenía a cuatro mujeres de carácter (mucho carácter!) delante, eso es para darle un premio! Me declaro fan! Se le notaban tablas...


Ésta es Jone de camino a la Iglesia, luciendo cola y espalda abierta. Del brazo de su padre. Con un cinturón plagado de botones y un velo con historia. No podría explicarles lo que se siente cuando una novia así cuenta conmigo para ese momento. 


El pelo, el tocado... No era fácil decidir qué o cómo, y más teniendo en cuenta los apliques de los hombros... Así que probamos con unas flores minúsculas de terciopelo en color marfil... Y cuando hoy veo las fotos pienso... Perfecto!


Todo fue perfecto. Ella estuvo perfecta. Pero ya sabíamos, desde que empezamos a diseñar su vestido, que iba a ser así.


Gracias Jone por confiar, por marearte, por dudar, por traer a tu padre, por enviarme las fotos, por las risas que hicimos tantas veces y por ese café que tenemos pendiente. 

Fotografías de Inma Fiuza

miércoles, 19 de marzo de 2014

Sophie en el país de las maravillas

Es imposible. No existe. Ese país, esa ciudad, en el que las mujeres se visten como quieren, como desean, como sueñan, y no como pueden en el tiempo que tienen entre el café y dejar a la prole en la parada. 

Puede que estas fotografías sean como la moneda de 500 pesetas que dejaba el Ratoncito Pérez debajo de la almohada... Una ficción. Un guiño a nuestro hemisferio creativo. O puede que las mujeres que nos consideramos reales estemos suspendiendo esta asignatura del gusto y el estilo.


Así que me mudo. Me voy a vivir al sitio donde las mujeres podemos vestirnos como nos apetezca sin miedo a resultar inadecuadas, al qué dirán, a llamar la atención. Me marcho a esa ciudad en la que mezclar sin miedo significa algo más que no llevar el bolso y los zapatos a juego.


Me pienso empadronar forever and ever donde las mujeres no tengan miedo a resultar femeninas, sexys y se diferencien unas de otras. Donde el traje de chaqueta azul marino y los pantalones negros sean tabú y pongan multa a quienes lleven sandalias con la pedicura sin hacer.


Sé que no me gustará todo lo que vea. Que, a veces, volveré la vista y no podré contener a mi mente pensando "pero qué se ha puesto esa loca????", pero también sé que a ella no le importará ni lo más mínimo, porque cuando se mire al espejo se verá divina. Envidia que le tengo. Envidia cochina.


Se imaginan a alguna de estas mujeres que hoy les enseño paseando por sus calles? Qué pensarían si las vieran? Yo sí me lo imagino. Pensaría que por fin somos cosmopolitas, que hemos aprendido mucho, que nos queremos más y nos vemos más guapas. Que es la ciudad más bonita del mundo.


A lo mejor no todo está perdido y no es necesario que emigre a ese país imaginario. A lo mejor yo misma doy un primer paso. La Juana de Arco de Indautxu. A lo mejor mañana me visto como me gustaría y no como procede. A lo mejor alguien me lee y se une a mi causa.


Señoras, somos preciosas. Somos especiales y distintas. No emigren, quédense aquí y hagamos nuestras calles más bonitas.

Imágenes vía Pinterest

martes, 18 de marzo de 2014

Los necesito. Ya.

Hace un par de años apenas leía blogs de moda, por no decir que no leía ninguno, vaya. Y era feliz. No notaba ningún tipo de carencia en mi vida. No sabía qué era Asos y mucho menos quién era Anna dello Russo. Siempre se es más feliz en la ignorancia... Qué verdad!!

Poco a poco internet fue convirtiéndose, además de en herramienta de trabajo indispensable, en fuente de inspiración, lugar de shopping y en la forma más cómoda de felicitar a los amigos. No sonrían de medio lado que saben tan bien como yo que sólo llegan puntuales a felicitar los cumpleaños desde que existe Facebook...


Pero si hay algo que ha cambiado radicalmente en mi vida después de que las blogueras de moda aterrizaran en mi ordenador, es la cantidad de necesidades absolutamente imprescindibles que tengo. Véanse estos zapatos. Verlos y necesitarlos fue todo uno.


La primera vez los vi en el blog Atlantic-Pacific, gobernado por una rubia que tiene la manía de llevar faldas sin medias, pero con katiuskas, en el cálido febrero de Central Park. No hay quien en el norte de Europa se mete en un lago helado en año nuevo? Pues esto debe ser algo parecido. Y dicen que son culturas muy avanzadas... Lo dicho. No hay dolor.


A lo que voy. Hace un par de años, en el extraño caso de que me diera la ventolera de mirar ropa por internet, como mucho se me ocurría mirar en Zara o en las grandes marcas a modo de inspiración. Así que podían pasar dos cosas, que me gustara un modelito Inditexero y que me lo comprara, o que pusiera de fondo de pantalla un bolso de Valentino y destinara el equivalente un café diario al ahorro para su adquisición (no hace falta decir cuántos fondos de pantalla acabaron en la papelera de reciclaje sin pasar por mi armario...).


Hoy mi problema es otro. Mi problema es que cada página web me descubre una marca que desconocía y que acaba por rechiflarme. Sino, de qué manera habría acabado en la pagina de una colega que se llama, atención a lo sencillo del nombre, Aminah Abdul Jillil, y que hace estas preciosidades?? 

Un problemón. Creo que éstos ni siquiera van a pasar por el fondo de escritorio. Van directos al carrito de la compra. Al que no tiene ruedas. Pero, un momento, otro problema, los quiero negros o rojos? Creo que, en realidad, necesito los dos...