Redireccionando...

lunes, 30 de junio de 2014

La collection des Bérets

Cada vez que hago un post sobre mi propio trabajo la inspiración me abandona y deja mis manos como flotando sobre el teclado sin saber cómo empezar o cómo enfocarlo. Escribo y borro la misma frase unas seis veces de media y nunca termina de gustarme el resultado. Será que cuando las musas me visitan, procuran pasarse en horario de costura y diseño, y no de autobombo. Una pena, la verdad.


Con La Collection des Bérets me pasó todo lo contrario. La ideé pensando en esas invitadas que llevan pantalón, que invierten en joyas vintage, que utilizan reloj de caballero, que son estilo hecho mujer. Y las ideas se me acumulaban en la punta de la aguja...

Un pantalón negro, una blusa blanca, una sandalia con tacón infinito y un Béret. Me van a permitir que no sea objetiva y opine que eso es el chic.


Ni volúmenes exagerados, ni plumas, ni flores, ni tules. Algo sencillo pero con charm, con ese yo qué sé. Cristales, corales, pedrerías, gasas... Una colección de la que me siento muy orgullosa. Qué egocéntrica. Supongo que eso es lo que pasa cuando alguien disfruta con su trabajo tanto como yo lo hago.


Y así, sin más, esta colección tan sencilla está a punto de llegar a medio mundo. Es mi niña bonita, esa inspiración que nunca se debe perder. Es la primera colección que Sophie et voilà! realizará para otros comercios y que podrá comprarse más allá de mi puerta.


Aquí les muestro una pildorita. Lo justo para dejarles con las ganas. Son todos lo que están, pero no están todos los que son...

viernes, 27 de junio de 2014

Vieja

Miércoles. 6pm. Tráfico infernal. No dicen que cuando acaban las clases el flujo de coches disminuye? En fin. Otro mito. Apuro un ceda el paso para incorporarme a la calle perpendicular. Parejita de veinteañeros con hormonas efervescentes aceleran para impedirme la maniobra. Tarde. Me cuelo. Se siente. Total, seguimos todos parados. Miro el retrovisor. Gesticulan. Intuyo que juran por algún miembro de mi familia. Hay que ver. Vaya cabreo más tonto se han agarrado.

Avanzamos lentamente y, con una maniobra digna del mismísimo Carlos Sainz, consiguen colocarse a mi izquierda en un semáforo. Ella, que va de copiloto, se afana en girar la manivela de la ventanilla enérgicamente mirándome. Vaya por Dios. La vamos a tener. 


Por el rabillo del ojo veo que la ventanilla se le atasca y la pobre tontuna se cabrea todavía más. Está claro que el coche ha cumplido más años que ella. Consigue bajarla. Campeona. El chavalín, un Góngora del insulto, asoma como puede y me dice cuatro palabritas cariñosas. Ay que ver, esta juventud. Tanta creatividad lingüística desaprovechada. 

Hasta ese momento mi mirada se concentraba en mi parabrisas. A ver si paso el polvo del salpicadero, que ya me vale. Todo sobre lo previsto. Pero una palabra lo cambia todo. 


Esa chavalita que gritaba agitadísima desde el bólido de su noviete me llamó vieja. Qué cosas. Vieja. Para aquella jovencita, con 33 años una ya está dentro de la misma categoría que una octogenaria. La miré y le sonreí. Y fue una sonrisa sincera, lo juro. Me dio un poquito de lástima. A la pobre nadie le había explicado todavía que ella también cumplirá años. Va a ser verdad que el sistema educativo es terrible...

Sospecho que mi sonrisa avivó aún más el enfado pasando éste a proporciones serias. Creo de verdad que esa pobre infeliz pensaba que aquello era un insulto contundente. 


Pues bien, y ahora me dirijo a ella y al hombre en prácticas que iba conduciendo, si ser vieja es ser esto que soy hoy, quiero ser cada vez más vieja. Si creéis que cambiaría mi experiencia, mi matrimonio, mi estabilidad, mis dos hijos, mi serenidad o mi paciencia por un piercing fluorescente en el ombligo, no imagináis lo equivocados que estáis. 

No voy a engañar a nadie con frases lapidarias, admito que no me importaría dar en adopción alguna de mis patas de gallo, pero si eso me obliga a batir mis hormonas a punto de nieve, prefiero quedármelas todas.


Y pensando en esto llegué a mi casa. En que algo estamos haciendo mal si los veinteañeros creen que la vida acaba a los 30.

jueves, 26 de junio de 2014

Invitadas Swat

No se imaginan ustedes el miedo que me dan las bodas de tarde. Es un temor incontrolable, una angustia severísima. No crean que me refiero a los desplazamientos nocturnos, a las peluquerías en ciudades ajenas... Qué va. Me refiero a ellas. Las invitadas.

Esas mujeres que confunden una boda a las 5 de la tarde en la ermita de Entrambosríos de Sotoscueva, celebrada por Don Eulogio, con la nocturnísima gala del Metropolitan de Nueva York, amenizada por Billy Crystal y con actuaciones de Beyoncé y Lady Gaga ataviadas con bañadores de Svarowski. A ellas les parece que la diferencia es inapreciable.


Esas mujeres no entienden de estaciones, de frío, ni de calor. Son duras como el acero. Ellas son capaces de aguantar un tirante de 0,5cm sujetando un vestido con medio millón de volantes de gasa floreada con 0ºC. Pueden llevar guantes de ante hasta el codo en agosto si consideran que ese sacrificio sublimiza el outfit. Aguantan los chales de seda con los brazos cruzados aunque se les gangrenen las manos. Arriesgan su vida exponiéndose a la falta de oxígeno que provocan ciertos drapeados y son expertas en conducción extrema de tacones sobre empedrado y césped.

La marina americana se está planteando enviar a sus reclutas a hacer maniobras bajo la supervisión de estas Chuck Norris de las bodas.


Reconocerlas resulta sencillo. Busquen el palabra de honor drapeado con falda con godés de gasa,  cola de medio metro, guantes largos de raso, clutch de pedrería, recogido con varios mechones flotando a modo de tobogán de aquapark y pendientes cegadores. 

Mujeres valientes con una percepción del minimalismo cuya cota 0 se corresponde con Elie Saab.  


Sólo hay una cosa que es capaz de aterrorizar a este selecto grupo de heroínas: las mangas. Especialmente las mangas largas. Sólo algunas de las que siguen bajo la tutela de una madre se ven obligadas a lucir el bolerito de rigor.

Como toda profesión de riesgo (policías, bomberos, controladores aéreos), requiere de periodos frecuentes de descanso. La señal encriptada para que puedan tomar un respiro es el tercer compás del primer pasodoble. En ese momento, se bajan de los tacones y se calzan unas bailarinas/alpargatas/chanclas. Todo muy estudiado.


No hay boda sin presencia de una de estas invitadas de los cuerpos especiales. Realmente las admiro. Son mucho más felices que esa tía lejana calzada con tacón chupete y vestida de Prada...

miércoles, 25 de junio de 2014

Ese día no duele nada...

Eso es lo que les aseguro a las novias acerca de sus tacones durante el día B. Y es que esa jornada es absolutamente inviolable, ni siquiera unos Louboutin asesinos serían capaces de atreverse a fastidiar a una novia... En cualquier caso, es absolutamente indiscutible que la posible rozadura merecería la pena. 

El caso de madres, madrinas y demás invitadas, el tema es otro cantar... El momento elección de los zapatos puede llegar a ser, en ocasiones, un drama en toda regla. Doy fe.


Yo entiendo que el verano incita a enseñar algo más de piel, a decantarse por zapatos abiertos y a lucir pedicura tropical. Pero no estoy muy segura de cómo encaja eso con querer estar divina las 12 horas que dura una boda...

Imagino los pies amordazados por esas tiras de grosor infinitesimal, sobre unos tacones de 10cm tras una sesión de fotos, tres pisotones, una hora de saludos varios y otros sesenta minutos de canapeo. Hacer el camino de Santiago sobre brasas tendría consecuencias más leves. Seguro.


Parto de la base de que los pinrelillos en cuestión, no gozan de juanetes, durezas, grietas ni bondades similares, lo cual, para nuestro disgusto, deja un porcentaje entre alto y muy alto de mujeres fuera de las aspirantes a stripper podal. 

Me viene a la mente ese momento en el que un indiscreto meñique se cuela entre dos de las tiras que no le corresponden, asomando de una forma bastante poco estética... Pero incontrolable. Un rebelde en toda regla. Pero lo mejor es que, por si el tema les había pasado a ustedes desapercibido, la portadora de tal desaguisado, habitualmente, ha optado el día previo por una pedicura en tono rosa flamenco californiano. Que no quieres arroz? Pues toma, dos tazas.


Creen ustedes que es difícil superar esa visión? Nada es imposible señoras: añadan al outfit unas medias con puntera invisible y aplaudan, porque no se pude hacer nada más. Les confirmo mi superpoder para ser capaz de ver cosas invisibles: tirantes, punteras... 

Y todavía podemos rizar el rizo dejando que las puntitas de los dedos escapen por la delantera de la sandalia casi tocando el suelo. Siempre hay alguien que logra superarse...


No quiero que piensen que esto es una guerra contra las sandalias, en realidad es una batalla para que cada una de ustedes busque el tipo de zapato que mejor les siente, en lo cómodo y lo estético. Nada más.

martes, 24 de junio de 2014

Aprendiendo de los americanos

No tengo nada en contra de los humanos que habitan al otro lado del Atlántico, al contrario, admiro profundamente el concepto del sueño americano, pero de ahí a que tengan que gustarme las bodas yankees... Hay un camino largo-largo. Que no soy yo muy de damas de honor, ni de color melocotón, ni de cascadas de tules, ni de niñas en tutú, ni de tartas cuajaditas de flores. 

Dense un paseíto por el apartado de bodas de Pinterest y verán a lo que me refiero. Una boda americana es el sueño más empalagosamente rosa que Barbie Malibú pudiera llegar a tener. Y, después del caniche rosa con patines de purpurina, el reto no es poca cosa...


Por estas tierras, somos mucho más austeros. Novio, vestido, iglesia, restaurante (por ese orden, claro) y listo. Tampoco es eso. No se asusten, no voy a recomendarles que contraten una JLo que elija las flores por ustedes, que les arrebate al contrario, y acabe el enlace en el apartado de sucesos, pero sí les animo a tomar prestada alguna idea de los americanos. Ya saben, una pildorita...

Por ejemplo en las invitaciones. Debo decir que no soy capaz de recordar casi ninguna de las que me han enviado. Eran todas tan parecidas que han pasado absolutamente desapercibidas por mi buzón. Es como si la invitación fuera otro trámite a incluir en el expediente matrimonial...


La invitación es la primera imagen que los invitados tendrán de la boda. No pretendo instarles a que envíen una de esas cartulinas irisadas en tono perla (qué clase de mente enferma inventó ese color??) en la que tirando de un finísimo cordón con destellos dorados, conseguimos que una figura de un novio regordete se acerque a una novia rechonchita: nos casamos. Olé ahí. Esa boda promete. Esperen corte de corbata, de liga y hasta de pantalón. Las chaquetas harán las veces de funda para las sillas y la madre del novio acabará bailando descalza mientras agarra el vestido morado de volantes de gasa al tiempo que suenan los gorilas de Melodi.

La versión con papel cebolla, anillos entrelazados en relieve y cordoncito de seda acabado en borla despeluchada tampoco es moco de pavo. Advierte de una boda en la que los novios posiblemente hayan ensayado el primer baile durante meses al ritmo de la BSO de Titanic, se corte la tarta con sable y el novio acabe manchando la nariz de su ya esposa con merengue (evidentemente) mientras ella sube su palabra de honor "delicadamente". Es posible que en la parte inferior de la invitación aparezca sutilmente el número de cuenta. Ante todo practicidad.


No me miren así. Sé que muchas de ustedes piensan igual. Mejor optar por lo clásico... A ver si la vamos a liar... Sobre de tamaño medio folio, en tono marfil, con tarjetón a juego. Puede que un forro en tono marino o burdeos con la letra de la invitación a juego. A lo loco. 

Una cosa es ser sobrio y otra bien distinta, ser anodino. Ante todo, sencillez y buen gusto, lo que no está reñido con el estilo y lo chic. Prueben con los forros estampados, con texturas alternativas, con composiciones distintas... Hagan que la invitación sea el anuncio de lo que en realidad quieren que sea su boda... Me cuesta creer que piensen ustedes que su fiesta será una más...


Hagan ustedes que sus invitados deseen ver más de su boda... Se lo pido por favor...

viernes, 20 de junio de 2014

Y mi kimono...? Kia!

... Está sucio... Kia! Era una de las frases más famosas de los anuncios de televisión de los 80, y resulta que ahora es una exclamación de lo más trendy-cool-de-la-muerte entre bloggers, fashionistas y demás fauna internetil. Esto me hace pensar que algún día también volverán a nuestros armarios los pantalones vaqueros nevados, aquellos jaspeaditos... y un escalofrío de terror recorre mi espalda...

Si esta temporada los monos han inundado los escaparates y las bodas al más puro estilo gremios de la construcción (nunca pensé que la moda encontraría inspiración ello, será por eso que no triunfo como trendsetter), resulta que ahora se avecina tormenta, huracán y tsunami de ki-monos. Preveo miles de víctimas...


Si hay un calificativo repetido para estas chaquetas de inspiración oriental, hasta parecer el estribillo de una canción de Georgie Dann, ése ha sido boho-chic. Otro palabro nuevo para mi lista de cosas que no estoy segura de lo que quieren decir, pero sin la que no te dan licencia de bloguera chachi. Lo que les decía, que a este paso no me dan el carnet ni de amateur...


Así, a primera vista, me gustan. Mucho, no les voy a mentir. En seda con terciopelo, bordados con hilo, con flecos... Lo que no termino de ver es esa manía de intentar convencernos de que vale para todo. A ver, querer utilizar la misma maleta para ir a Coachella a dar botes en el barro mientas el hipster de turno aporrea una guitarra, que para ir a la boda de una amiga en una finca sevillana con salve rociera de fondo y coche de caballos con novia plagada de encaje, no cuadra. O estamos a setas, o vamos a Rolex.


Además, otra pega, a pesar de que la prenda en cuestión me resulta estilosa, no puedo evitar verle un aire pijamero. Resumiendo, que el tema tiene tantos peros y salvedades que debería venderse con receta y bajo supervisión de profesionales. Vamos, que no acaba la semana sin tener el mío. Si es que me gustan los retos...


Ya saben, lo de siempre, sigan la moda si les gusta y les apetece, pero háganlo en condiciones. La seda es seda, y el poliéster es un invento del diablo.

jueves, 5 de junio de 2014

De largo, sin volantes ni peineta

Si hay algo que se le puede reprochar a Mozah de Qatar es que, en ocasiones, se aprieta un poco demasiado, pero, por lo demás, es una lección viviente de clase y buen gusto. Tapada hasta los pies, con manga larga y un turbante, podría decirse que resultar femenina es una misión imposible, pues bien, nada más lejos del armario de la jequesa.

Jugar con modistos de la talla de Giambatista Valli, Valentino, Dior, Chanel y demás cuadrilla, da un poco de ventaja, lo admito. Pero, si miran ustedes bien, no hay nada que no pueda inspirar a una madrina que quiera ir de largo.


Hoy emprendo una nueva cruzada en mi guerra personal en defensa de las bodas chic. Ni volantes ni peineta. A la horca con los plisados de organza, las mangas de encaje, los micro-volantes, las toreritas de mikado y los chales de gasa con ese gesto horribilus de las manos cruzadas a la altura del pecho para sostenerlo a la altura de los codos. Sudores fríos... Si se le casa a usted un hijo o una hija, celébrelo, no se disfrace. 

Ahórrese la tortura de probarse los vestidos de gasa color verde agua con cuerpo drapeado y pedrería en la cadera. Si la modelo de la foto mide 2,5 metros, tiene una talla 34 y parece una vieja revieja, imagínense lo que podemos parecer ustedes y yo...


Si su ideal de outfit de madre de contrayente es Carmen Romero, deje de leer este post de inmediato. Puede provocarle daños irreparables en la parte pereza de muerte de su cerebro y lo mismo se viene arriba y comienza a ver a la filipina del Hola! un tanto rancia... Irreversible, se lo advierto.

No tiene 20 años ni una talla 36, no lleva escotes de infarto ni espaldas de vértigo y, sin embargo, consigue ser el centro de todas las miradas allá donde va. Tiene unas caderas al más puro estilo Kardashian y una altura de lo menos discreta. El 99% de las mujeres verían en todo eso un problema mientras ella le saca chispas. 


Es la versión madura de Maxima de Holanda, la versión sofisticada. Si hace un par de meses les comunicaba mi intención de cambiar de reina, hoy les confieso que me planteo firmemente la opción de llevar turbante si así consigo ser la mitad de chic que esta mujer. Amén de que me evitaría el drama de la plancha mañanera...


Pues eso. La pera pirulera. Sin más. 

miércoles, 4 de junio de 2014

Caperucita, Hulk Hogan y Batman

Gwyneth Paltrow nos puso en la senda del estilo con su memorable capa blanca en la entrega de los Oscar de 2013. Carlota de Mónaco la lució en versión vaporosa en tonos agua al más puro estilo Grace Kelly y Tatiana Santo Domingo se encargó de destrozarle la elegancia con su caperuza de alta costura en versión nupcial. Las capas están de moda, pero no todas son iguales. 

Que se llame capa no es garantía de éxito, sino vean ustedes a Batman, Superman y demás músculos voladores, a Caperucita, a los Reyes Magos, a los luchadores de Wrestling o al mismísimo Ramón García dando las campanadas. Tengo el presentimiento de que ninguno de estos iconos fashionistas son la referencia que les gustaría seguir a ustedes. Me equivoco?


En versión corta tiene el peligro de hacer las funciones de comodín de quita y pon para cubrir el palabra de honor en Iglesias y demás sitios impropios para ese escote-engendro de la moda. Así, sin paños calientes. Ni hablar de la delicada micro-capa como solución a las miradas desaprobadoras de suegras, tías, abuelas y demás juventudes que enfilan a su nieta hacia los infiernos por enseñar más pechuga de la decorosamente permitida. 

Si la idea es quitársela, acaba usted de colocar la estilosa capa en la misma balda que el bolerito de mutón o la chaquetilla de encaje. Horror, pavor y dolor. Si se pone no se quita.


Si resulta que la capa es larga, la asimilaremos como un abrigo que no abriga, pero que queda divino. Esas cosas absurdamente ideales que tiene la moda... En ese caso el banquete será el momento ideal para lucir el resto del vestido (que, prométanmelo, no es palabra de honor). No sé muy bien por qué me vienen a la mente escenas de Game of Thrones...

La silueta muy marcada y un tejido vaporoso. Suficiente para estar increíble. Novias de otoño- invierno 2014, apunten. 


Personalmente me decanto por el raso finísimo, el georgette mate o el crepe con caída, aunque debo reconocer que la dosis justa de encaje le da un toque romántico-chic nada desdeñable. Eso sí, si ilustramos la capa con florituras variadas, nada de venirse arriba con el vestido: sencillito, please. Lo de la capucha, directamente nos lo saltamos.

No todas las novias se casan en verano, y no todas las novias que no se casan en verano quieren llevar mangas. Ahora tendremos que ver si las capas son una moda o si, realmente, son una opción elegante.


Lo dejo a su criterio una vez más. Yo me apunto. Voy a tener que valorar la opción de recasarme para lucir así de sofisticada. 

martes, 3 de junio de 2014

Hoy me echan del país

Qué? Original el post de hoy, verdad? No he tenido tiempo de hacer balance aún, pero es posible que los posts dedicados a la Doña, su estilo, su pasado, su futuro, sus hijas, su relación con el Don, sus operaciones, sus modelitos y demás temas que seguro que no les dejan a ustedes pegar ojo, puedan contarse esta mañana por cientos sino por miles. Lamento profundamente aburrirles con el mismo tema... Pero esto es como si fuera 1 de enero y no les felicitara el año...

Pero lo que de verdad lamento es tener que volver a ver el enésimo repaso de los modelitos de inspiración pereza que ha lucido la Futura. Les prometo que me ha llevado un rato largo rescatar cuatro que, a pesar de que no entrarían en mi armario, hayan aprobado. También les aviso que ninguno pasa del siete... 

Tengo la sensación de que me estoy metiendo en un charco...


Lo mismo para cuando ustedes lean esto yo ya estoy exiliada y camino de alguna isla perdida por cuenta de algún ministerio... 

La culpa no es mía. Es que la pobre ha lucido más desaguisados que aciertos. Normal. A ver si ustedes acertarían con el modelito apropiado para cada momento teniendo a su disposición a todos los modistos nacionales y a alguno forastero, un ejército de estilistas y un equipo de cirugía para ustedes solitas. Nadie dijo que ser princesa fuera fácil.


Lo siento pero no se lo perdono. No le perdono que no sepa colocarse los tocados, que repita vestidos, no le perdono esos brazos escuálidos, los encajes sin sentido, los trajes de abuela y la obsesión por mutar en Rania de Jordania. Hace tiempo que acabó el periodo de adaptación de presentadora a Princesa, ya no nos vale esa excusa.

Recordar el tocado gris que llevó en una de las últimas bodas reales y recorrerme un escalofrío por la espalda, es todo uno. Menos mal que las reinas ya no tienen que llevar corona, porque si lo del tocado era un entrenamiento, auguro a la misma idéntico futuro que el trofeo de la copa del Rey en manos de Sergio Ramos. Un drama.


Lo de repetir modelo ya fue tema en el blog, y lo de la delgadez de su futura majestad salta a la vista. Propongo como solución a este último punto que se instale un Candy Bar en cada una de las recepciones reales y así, a la par que seguir la tendencia, lo mismo conseguimos que engorde un par de gramos.

Sólo un consejo más desde el cariño majestad: deje de estirarse la cara, porque a este paso se le van a confundir las cejas con las patillas de las gafas.


Soy consciente de que este tema puede herir sensibilidades, así que ya voy pidiendo disculpas. De verdad lamento haberles aburrido con el post número n sobre la Doña. Prometo no volver a hacerlo.

lunes, 2 de junio de 2014

Diabetes post boda

Es una nueva patología que se está desarrollando de forma vorazmente contagiosa. Sanidad está intentando controlar la epidemia, aunque parece que ya es demasiado tarde y la pandemia está asolando las bodas de este país... Los Candy Bar arrasan y dejan decenas de afectados cada fin de semana.

A ver, que alguien me lo explique porque no lo entiendo. Qué sentido tiene atiborrarse de gominolas a las 2 de la madrugada? No digo que la media luna de chorizo de Pamplona tenga más presencia, simplemente, que en esa tesitura de hambruna nocturna, el clásico bocadillo de lomo con pimientos cumple mejor la función que un par de regalices rojos y tres moras duras.


Entendiendo que el churrete de aceite rojizo que desprende la delicia en cuestión es poco apropiado en bodas y demás celebraciones, aceptamos barco como animal acuático y las barras de dulces como solución coqueta al hambre voraz desatada a partir del cuarto baile.

Eso sí, si son ustedes de las que se apuntan a la moda azucarada, por favor, háganlo bien. Que un mantel con unos cuencos con chuches puede parecer el cumpleaños de un parvulario si no se hace en condiciones. Ahí es donde tenemos mucho que aprender de las weddings americanas...


En primer lugar, dónde se coloca la mesa? Pues en un sitio en el que no corra peligro de ser arrollada por la inevitable conga. Si, además, puede ser en un sitio con encanto y luz, mejor. Puede tratarse de mesa larga, cajas apiladas o varios puntos esparcidos por la estancia.

En segundo lugar, el mantel. Como poco, que esté planchado. Que una ya ha visto de todo... Ahorren en banderines y, por favor, inviertan en flores y tarros de cristal. Un poco de atrezzo siempre viene bien...


Las gominolas en sí, mejor en una sola gama de colores, si es capaz de combinar dignamente en una mesa las botellitas de Coca-Cola, las nubes rosas, los Lacasitos de colores y las dentaduras, acaba de convertirse usted en mi ídolo. Si no es capaz de conseguirlo, no arriesgue. Las chuches rosas y rojas son un básico y le gustan a todo el mundo...

Para darle un toque sofisticado añada unos cuantos macarons y algún cupcake, ilumine con velas y añada algún marco de fotos.


No es tan fácil montar una mesa de dulces, al menos no lo es si se pretende que el resultado sea digno... Así que el briconsejo de hoy es: contrate usted a alguien que lo haga bien.