Redireccionando...

miércoles, 25 de junio de 2014

Ese día no duele nada...

Eso es lo que les aseguro a las novias acerca de sus tacones durante el día B. Y es que esa jornada es absolutamente inviolable, ni siquiera unos Louboutin asesinos serían capaces de atreverse a fastidiar a una novia... En cualquier caso, es absolutamente indiscutible que la posible rozadura merecería la pena. 

El caso de madres, madrinas y demás invitadas, el tema es otro cantar... El momento elección de los zapatos puede llegar a ser, en ocasiones, un drama en toda regla. Doy fe.


Yo entiendo que el verano incita a enseñar algo más de piel, a decantarse por zapatos abiertos y a lucir pedicura tropical. Pero no estoy muy segura de cómo encaja eso con querer estar divina las 12 horas que dura una boda...

Imagino los pies amordazados por esas tiras de grosor infinitesimal, sobre unos tacones de 10cm tras una sesión de fotos, tres pisotones, una hora de saludos varios y otros sesenta minutos de canapeo. Hacer el camino de Santiago sobre brasas tendría consecuencias más leves. Seguro.


Parto de la base de que los pinrelillos en cuestión, no gozan de juanetes, durezas, grietas ni bondades similares, lo cual, para nuestro disgusto, deja un porcentaje entre alto y muy alto de mujeres fuera de las aspirantes a stripper podal. 

Me viene a la mente ese momento en el que un indiscreto meñique se cuela entre dos de las tiras que no le corresponden, asomando de una forma bastante poco estética... Pero incontrolable. Un rebelde en toda regla. Pero lo mejor es que, por si el tema les había pasado a ustedes desapercibido, la portadora de tal desaguisado, habitualmente, ha optado el día previo por una pedicura en tono rosa flamenco californiano. Que no quieres arroz? Pues toma, dos tazas.


Creen ustedes que es difícil superar esa visión? Nada es imposible señoras: añadan al outfit unas medias con puntera invisible y aplaudan, porque no se pude hacer nada más. Les confirmo mi superpoder para ser capaz de ver cosas invisibles: tirantes, punteras... 

Y todavía podemos rizar el rizo dejando que las puntitas de los dedos escapen por la delantera de la sandalia casi tocando el suelo. Siempre hay alguien que logra superarse...


No quiero que piensen que esto es una guerra contra las sandalias, en realidad es una batalla para que cada una de ustedes busque el tipo de zapato que mejor les siente, en lo cómodo y lo estético. Nada más.

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