Redireccionando...

jueves, 30 de abril de 2015

Me ha pillado el toro...

Efectivamente. Mucho estaba tardando en llegar el día en que no me diera tiempo ni de respirar... 

Y aquí me tienen. Haciendo una recopilación de momentos inspiradores, a ver si con eso no se me enfadan ustedes demasiado por no haber podido elaborar algo más contundente en el día de hoy. También les voy a decir que, con lo guerrillera que ando últimamente por estos lares, un poco de tregua tampoco les viene mal.

Aquí va una batería de fotos inspiradoras para madres/madrinas/hermanas/invitadas divinas.

Otro día más. Lo prometo.







martes, 28 de abril de 2015

Yo no le veo la gracia

Nos encanta decir lo graciosos que somos. Ole, ole, ole. La guasa que tenemos. Arriquitaun. Que nuestro humor es internacional, no como el inglés, que no le hace gracia a nadie... Pero sinceramente les digo que a mí me divierte tirando a poco. O a nada. Que no le pillo el punto, vaya.

El humor patrio oficial pasa por dos hermanos andaluces disfrazados de mujer maruja con rulos en bata de guatiné gritándose cada vez más alto. Y a más grito, más risa. Qué arte mi arma. Usted me chilla y yo me parto la caja. 

La única conclusión que soy capaz de sacar de esto es que yo debo ser de otro país, de otra raza o, definitivamente, de otro planeta, porque lo único que generan en mí es dolor de cabeza y cierto cabreo.


Me da pelín de vergüenza ajena pensar que hay colaboradores de grandes cadenas que creen que para hacerme reír tienen que ponerse a bailar en modo orangután de El Libro de la selva (versión desquiciada) cada noche en primetime. Riánse de Melodi. Ella, al menos, fue pionera (y el que la chiquilla fuera menor de edad también cuenta como atenuante). 

Lo que me desubica sobremanera es que el público se ríe y yo no entiendo el por qué. Les tratan de bobos para abajo, se cascan de la risa y aplauden como si cobraran por ello. Quién se ríe de quién?

Hay una cosa que tengo clara y es evidente: la rara soy yo. Y no crean, que servidora se ríe. Y mucho, pero con otras cosas.


Además de este no entender, a veces me da la sensación de que el deporte nacional pasa por reirse de alguien y no con alguien. Qué cosas tengo. De dónde habré sacado esta idea? Años y años de Videos de Primera atestiguan esta afirmación. Aquel colega que se patinó y aterrizó de bruces en el río del pueblo mientras una cabra enana le lamía la oreja, no creo que muriera de felicidad con la pirueta. Estoy casi segura. Aunque no tengo pruebas.

Mientras tanto, la península, Baleares y Canarias se ahogaban de la risa viendo a aquel hombre empapado y magullado. Y a todo esto, yo, aterrorizada. Ya les digo. Rara, rara, rara.


Por supuesto cada uno es libre de reirse de lo que le apetezca. Faltaría más. Es sólo que no entiendo,  ni comparto, ciertas clases de humor. No disfruto de la calamidad ajena ni me gusta que me traten como si fuera idiota. No me gustan las burlas, ni hacerlas, ni recibirlas y eso no tiene nada que ver con reirse de uno mismo, que, por cierto, es muy sano.


Yo me quedo con Gila, que en vez de gritar, llamaba por teléfono. 

jueves, 23 de abril de 2015

De madres y madrinas

No me lo diga. Lo adivino. Se le casa un hijo y tiene que ejercer de madrina. Se columpia usted entre la ilusión loca y el miedo irracional al qué me pongo? Ah. Que no. Que la que se casa es su hija. Pues tampoco anda usted lejos de este drama de estilo. No se engañe. 

Frivolidad? Efectivamante, y qué? Después de despellejar el vestido de la novia, será usted la diana de todas las miradas y juicios fashionistas de la jornada, así que el tema es como para dedicarle algo de tiempo. Que no le importa? Enhorabuena. Que sí? Pues mucho ánimo...

Con la sincera intención de allanar el camino de la elección del modelito, les enumero una serie de consejos. Luego ya si eso me hacen caso o los tiran a la basura. Como vean.


1- Ubiquen el acontecimiento en el espacio-tiempo. Que no es lo mismo una boda a mediodía en el campo sentaditos todos en fardos de heno, que al atardecer en el salón de los espejos del palacio del Marqués de Pimpamfué. Para la que tenga dudas a este respecto que se dé una vuelta por aquí. A estas alturas ya se saben ustedes eso de que de día todo el mundo de corto excepto la madre del novio (si le place) y por la noche que cada uno haga lo que le pida el cuerpo.

2- Consensúen con la novia. Que no digo que haya que pedirle el beneplácito, pero sí unos principios básicos, a ver si la contrayente decide ir de corto en traje de chaqueta y aparece usted enfundada en una pedrería con cola. Y eso iba a quedar, como poco, raro.


3- Ponerse un muestrario de complementos rara vez es sinónimo de acierto. Elijan. Se siente. Creo que era Armani el que decía Está usted preparada? Mírese en el espejo. Quítese tres cosas. Ya puede salir de casa. Creo que el colega Giorgio tiene suficiente autoridad como para hacerle caso.

4- No es obligatorio ponerse tocado. Repito. No hace falta. La boda es igualmente válida. Que no le sengañen. Esa florecita con las dos plumas asomando detrás de la oreja es un engendro para cobrarle 200 euros más. Y además no le favorece a nadie. Si lleva usted tocado, llévelo en condiciones. Please.


5- El abrigo con vestido es un outfit exclusivo de nuestra siempre venerada Isabel II. No hay cosa más sosa que una madrina a la que le ha entrado calor bailando Macarena y se ha quedado a medio vestir con el vestido sin mangas. Para un día que hay que estar divinas, no pierdan la compostura a mitad del segundo pasodoble.

6- A un vestido sencillo siempre se le puede añadir una pamela, unos guantes, un broche... A un vestido exagerado sólo se le puede añadir un pero qué se ha puesto? Ténganlo en cuenta.


7- Póngase lo que le salga de la peineta, van a ponerle verde igualmente... Relájese y disfrute.

martes, 21 de abril de 2015

Señora, su barriga no es bonita

Justo el día en el que servidora lanzaba sus dardos más hormonadamente envenenados contra el bikini, va y sincronizo con una colega que aparece en una playa de no sé qué rincón del mundo diciendo que su body postmamá era lo más. Y se hizo viral. Pero viral que lo rilas. Y todas las madres del mundo mundial aplaudieron que aquella mujer enseñara su cuerpo y dijeron que era lo más bonito que habían visto. Menos yo. Yo he visto cosas más bonitas.

A ver. Venga va. Vamos a dejar de hacernos las superwomen. No hace ninguna falta. Que una cosa es no tener complejos y otra bien distinta que eso nos haga estar divinas. 


Esa pancita colgante y estriada a rastrillo que queda después de dar a luz no es bonita. No nos engañemos. Sean sinceras, que levante la mano aquella de ustedes que no prefiera la barriga de soltera... Ese flotadorcillo lastimoso es el recuerdo perenne de haber llevado dentro a lo mejor que les ha pasado a ustedes (y a mí) en la vida. Sin duda. Es romántico, es personal, es todo bueno que se les ocurra (y más) y es como para sentirse orgulloso hasta explotar. Pero no es bonito. Las cosas por su nombre por favor.

Aquella madre de tres hijos dijo que estuviéramos orgullosas, pero, me va a perdonar, orgullosa yo ya estoy sin tener que enseñar hasta la matrícula. Igual que todas las madres que le dieron al like. Y volvería a pasar por dos embarazos horribles, por dos cesáreas para olvidar y por tantas otras romerías que ustedes ya se saben. No renunciaría jamás a las secuelas que mi pequeña prole ha dejado en mi panza. Pero de ahí a decir que son bonitas... No señora. No estoy de acuerdo.

Estar orgullosa de haber sido madre, para ésta que escribe, no pasa por mostrárselo a todo el planeta (literal en el caso de esa foto). Estar orgullosa es algo que va por dentro porque si se saca fuera se corre el riesgo de ser una madre modelo petarda de parque de ésas a las que nadie quiere parecerse.

Si a lo que se refería esa mujer es a que el género femenino debe estar orgulloso de esa flaccidez abdominal y demás dramas maternales, me van a perdonar, pero no me apunto. Que soy lo peor? A lo mejor sí, pero yo quiero ser un ángel de Victoria's Secret, no la madre de Chencho y sus mil hermanos. Pido perdón al mundo por ello. Si eso me hace ser una mujer insolidaria, artificial y cualquier otra perversidad, asumo mi culpa, pero siendo totalmente sincera, no tengo ningún propósito de enmienda.


Cuando voy a la playa no necesito gritar a los cuatro vientos soy madre y estoy orgullosa. A mí no me hace falta. Cuando voy a la playa y voy a despelotarme delante de toda esa peña, lo que quiero es estar lo más mona posible. Sin más. No quiero reclamar mi sitio en el mundo ni quiero concienciar a nadie de nada. Eso se lo dejo a otra. El activismo no va conmigo. Realmente, soy lo más malo que hay.

Aquella señora en bikini decía que a su marido ella le parecía lo más bonito que había sobre la faz de la tierra. Eso, señora mía, se llama amor. Un amor de ésos que a todo bicho viviente le gustaría sentir. Enhorabuena. Cuídelo. Pero si hay algo que caracterice al amor es la subjetividad. Mi hija hace los dibujos más bonitos del mundo. Pero no creo que los quieran colgar en el Prado. 



La idea no es mala. Pero me van a permitir que la interprete como un canto al que cada una haga lo que le salga de la peineta. A ver si va a resultar, como tantas otras veces, que si ahora no se luce panza estriada es que estamos ustedes y yo abducidas por la dictadura de las revistas de canto gordo. Y va a ser que tampoco. Me niego a ser juzgada y menos por alguien que dice que está en mi mismo bando.

Una cosa es que a una no le importe pagar en carne los peajes por los churumbeles, que no le acomplejen y otra distinta querer convertirlas en la bandera de esta generación de supermadres. Querer tener un cuerpo ideal no es malo ni nos convierte en nada chungo. Se ponga usted como se ponga.


Puede que una panza como la suya, señora mía, sea más real, pero no es más bonita.

jueves, 16 de abril de 2015

Bajar del andamio

Ya saben ustedes que si hay alguien sobre la faz de la tierra a quien le guste subirse a un tacón imposible, es a ésta que escribe. 

Me pirra esa magia zapateril que hace las piernas más largas y el trasero más firme. Amén de los beneficios psicológicos que ejercen sobre la autoestima... Aunque eso suponga arriesgar mi vida tropezando por esas bucólicas calles empedradas por el sádico ayuntamiento de turno (enemigo irreconciliable de los stilettos) mirando alrededor, murmurando y echándole la culpa de mi traspiés. Me da lo mismo. Todavía no ha nacido el funcionario que pueda conmigo. Lo que sí les digo es que ya tendría yo unas palabritas con algún concejal de urbanismo...


Lo que debo apuntar es que, por mucho que subirse a las alturas fashionistas sea la pera pirulera desde muchos puntos de vista, hay momentos en los que resulta absolutamente ridículo e inadecuado. 

Escalofríos recorren todo mi ser cuando veo a esas apretujadas quinceañeras de resumidas minifaldas tambaleándose encima de unas plataformas con tacón de medio metro y peep toe (muy elegantes), en un amago de ante de color indefinido. Que vivan Bershka y su calzado. Andan como si fueran montadas en camello... Pero sin camello. Visualizan?

Señoritas. Si no saben conducir, no conduzcan. Todo lo que pueden conseguir es partirse los piños. Desde aquí les mando un soplamocos (con cariño y voluntad educativa, eso sí) de parte de cada una de las madres de ustedes, porque estoy bastante segura de que no las vieron a ustedes salir de casa de esa guisa. Y si les vieron, y les dejaron a ustedes salir así, vaya otro soplamocos para ellas. 


Salir con el carrito del baby, de paseo dominguero, o a por el pan subidas a una atalaya taconil, no resulta ni apropiado, ni práctico, ni visualmente estiloso. Estar divina no pasa necesariamente por medir 10cm de más. Hay quien no sabe andar con tacones o a quien ni siquiera le gustan. Si pertenece usted a alguno de esos grupos, no insista. No hace falta. Al carajo con el tacón carrete.

Un zapato plano puede resultar igual (o más) chic que un tacón de infarto. Pero los medios tacones son el anticristo. Repúdienlos inmediatamismo. Sólo pueden acarrearnos un irrevocable destierro fashionista... Sólo se admiten si es usted la Reina Madre de Inglaterra o similar.


Apuesten por zapatos planos de cualquier color, excepto negros. A no ser que les guste el archiconocido y patrio efecto pie torero con manoletinas cucarachiles. En ese caso, adelante. 

Servidora los prefiere de colores vivos y con aderezos variados. Flores, piedras, brocados o lo que surja. Que hay suficiente variedad como para no tener que ponerse vestidos con botas en agosto. Que será muy cool, pero es una absurdez como un piano.


Ya les dejo, que entre los tacones pubertosos, las bailarinas negras y las botas de verano, hoy ya me he hecho medio millar de enemigas.

martes, 14 de abril de 2015

A mi padre

Él me llama chata. Hace falta valor...

Me dice rubita y me puso Almudena de segundo. Así, sin preguntar. 

Mi padre no necesita este post. Ya sabe lo que voy a escribir. Pero me importa un carajo porque lo voy a escribir igualmente. Y eso también lo sabe. Porque soy como él. Esas cosas maravillosas que tiene la genética. Porque si pudiera elegir a quien parecerme, pediría las piernas de Marlene Dietritch y la forma de ser de mi padre. Ya ven. Qué cosas... El de ahí arriba se olvidó las piernas.


Epístolas, Penumbras... Y la lámina de una venus a carboncillo enmarcada en la entrada de la otra casa. Ése es él. 

Los cuentos de un libro heredado y la paella de los domingos. Sin marisco, por favor. La manga larga y el pantalón corto. El pañuelo en el bolsillo de la chaqueta. Las palmeritas de hojaldre. Los papeles de la mesilla. Los recopilatorios de verano. El huevo Kinder de los sábados. Trois baguette. El mando de la tele en la siesta y muchos, muchos relojes. La jarra de agua en el porche. Los DVD, la cámara de fotos y la minicadena. Mamá, no toques. Los juramentos montando el carro de la cocina y los discursos en nuestras bodas. Los vestidos de Bruselas. La muñeca grande y negra. Los castillos y princesas que me dibujaba los domingos, las coletas que me hacía flojas y aquel partido de tenis que me vino a ver. No crean, sólo vino a uno porque nunca jugué mas. 

De mi padre me han tocado el carácter y la prosa. Los ratos en modo caracolito. Hablar a la velocidad de la luz y la frente despejada.

Mi padre me ha enseñado que siendo honrado se duerme mejor, que hay que acabar lo que se empieza y que las rayas y los cuadros combinan perfectamente. Que una sonrisa conquista con más facilidad que una orden y que, a pesar de todo, el vaso siempre está medio lleno. Que no debo confiarme en el segundo trimestre, que ser actor de reparto mola y que las patatas de bolsa con ketchup son un vicio divino. Que las lágrimas son de uno mismo y no hace falta compartirlas, que el amor bien elegido no caduca y que la paciencia es algo que se ejercita a las 8pm en una esquina de la Gran Vía.

Él me animó a empezar y me obligó a acabar, me dejó marchar y me vio volver. Me ayudó a cumplir los sueños que un día también fueron los suyos. Y yo los cumplí por mí y por él. Dejó que me equivocara porque sabía que esa es mi manera de aprender. Qué bien me conoces, terrassa.


Supongo que para ustedes ahora mismo es como si escribiera en sánscrito... Discúlpenme si hay algo que no entienden. Hoy escribo en un dialecto que sólo mi padre entiende. No en vano, nos ha costado más de 34 años perfeccionarlo. Y aún estamos en ello.

jueves, 9 de abril de 2015

Ser guay

Antes ser guay iba irremediablemente ligado a fumar. Mover el cigarrillo con un estudiado disloque de muñeca mientras entrecerraba los ojos y se sumergía usted en una nicotinada niebla. Un telón de misticismo, misterio y mal aliento. Toda esa parafernalia de la pitillera de plata con las iniciales grabadas en letra inglesa y un mechero prestado. Pocas cosas son capaces de despertar los instintos más primitivos de un caballero como el ritual de pedir fuego. Hay que reconocer que había verdaderas profesionales del tema...

Hoy ser guay pasa por condenar activamente el tabaco, repudiar públicamente a los fumadores y llevar una botella llena de una pasta líquida de color verdusco que le garantiza medio millón de antioxidantes, omegas 3 y 6, moléculas supervitaminadas y un par de poderes cósmicos. Eso sí, hay que bebérsela. Se acuerdan de los hombres-lagarto de V comiendo ratones? Disculpen. Desconozco por qué me ha venido esa imagen a la cabeza...


Alguien guay de los de antes destilaba esa cultura que imprimen los viajes, sabía inglés y chapurreaba media docena de frases en la lengua de las Galias. Apoyaba el codo en el respaldo del sofá, contaba anécdotas (posiblemente inventadas) de ciudades como Londres, París o Nueva York exageradamente aplaudidas por media docena de acólitos y si era guay en nivel máster, tenía un apartamento en alguna de ellas. Viajaba en primera, llamaba a los camareros por su nombre y les preguntaba por la familia. 

Ser guay hoy es haber viajado a todos los destinos de Easyjet  pertrechada con un palo-selfie, tener un porrón de likes en Instagram y que gente que no le conoce de nada le diga lo mona que sale usted en esa foto delante de la persiana grafiteada de la pescadería. Hablar en modo zen del retiro espiritual súper cool regado con agua Fiji en la casa del pueblo de Ciudad Real. Pedir sushi a domicilio y dar un euro de propina.


A un hombre guay de la vieja guardia le gustaban las mujeres más que comer con las manos. Jugaba al tenis. Tenía las manos grandes, era un galán de refinadísimos modales y lucía sus arrugas frontales como galones. Tocaba el piano, el saxo, la guitarra o las maracas y se arrancaba a la primera de cambio.

Hoy, si es usted un caballero y, además, es guay, necesita una exfoliante antibrillos, una hidratante antiarrugas de día y otra de noche, un sérum revitalizante, cita en la depiladora una vez al mes y retoque de cejas cada 15 días. Revísese en el reflejo de cada escaparate y no haga pira del gym salvo en caso de desastre natural (uno que haya arrancado de su ubicación al gimnasio, se entiende). Se lleva el estilo casual


Antes, las madres guays tenían niñera que les encañonara los faldones sembraditos de lazos, muchacha que puliera los radios de las ruedas del Silver Cross, y babysitter que cuidaba de la prole los viernes noche cuando ella se llenaba de perlas para socializar del brazo de su esposo. Esas mujeres jugaban al bridge y besaban vasos de anís cada tarde (una juerga), hervían los biberones y siempre tenían el pelo perfecto.

Las madres guays de hoy en día hacen running con sus vástagos metidos en carros-burbuja con ruedas anti-nieve, les visten con algodón reciclado y les apuntan a clases de chino. Las mamis que molan concilian, o eso me cuentan.


Una mujer guay de la antes era tener un estilo propio, una Audrey con bailarinas o una Coco con pantalón. 

Hoy, si es usted guay, debe tener, como poco, media docena de bolsos de marca bien visible, vestir del color de moda, acampanar o estrechar los pantalones como proceda y etiquetar como vintage cualquier prenda que tenga más de dos temporadas. Cortarse el pelo como la presentadora de moda, acuñar términos absurdos en inglés y ponerse fundas. 


Ser guay no es fácil.

martes, 7 de abril de 2015

Reciclaje modo ON

Hoy el tema va de reutilizar esas sandalias tan ideales (y caras) que compramos para aquella boda... La de... Sí, hombre... La de... Que se casó con... Este chico... Ah, no para aquella boda no... Esperen... En fin. Y saben de lo que les hablo. Esas sandalias tan monas que habitan tan ricamente en su caja original en el fondo del armario. Ésas que probablemente hasta estén dentro de sus funditas de fieltro. 

Es posible que las susodichas tengan piedras, lazos y aderezos variados. Mejor. Hoy les vamos a dar candela y a retirarles de ese exilio fashionista. Tanto algodón orgánico y tanta gaita... Reciclar también va de esto.


Si alguna todavía anda despistada, les recuerdo que estamos en abril. Ese mes imprevisible en el que lo mismo llueve en 360 grados en el Sardinero, que se cuecen ustedes de calor en la playa de la Malvarrosa. Esa temporada en la que una no sabe si arrancarse con un caipirinha o pedir un caldo. Un gustazo para organizar el armario, vaya.

Y ya si el plan es salir de cena o a petardear, ya lo de la preparación del estilismo puede llegar a niveles de cataclismo familiar. Esa mala uva que le sube a una por la espalda cuando empieza a probarse cosas y no es capaz de etiquetar el modelito con otra palabra que no sea un taco. Cariño, te falta mucho? son las palabras clave que sueltan la anilla de la granada hormonal más mortífera que ningún terrorista haya soñado jamás.


Para evitar éstos y otros dramas propios del mes, apunten este truco: pantalón vaquero, camisa blanca y sandalias de infarto. Háganme el favor de pedir hora para pedicura veraniega a la voz de ya, eso sí. Que ya me sé el drama de pintar a la mecagüendiez las dos uñas que asoman por el peep toe. Y no. Eso nunca acaba bien.

Si a alguna afortunada le sobra tiempo y tiene ganas de darse unos rayitos, unas toallitas o cualquier otro invento milagrosamente autobronceador, mejor que mejor. No nos vamos a engañar. Que estar pálida cerúlea puede ser muy elegante, muy sano y lo que quieran, pero no es nada favorecedor.


Sospechen de aquella que luzca tirantes y piel canela en estas fechas. Algo oscuro hay. En Semana Santa es ilegal estar morena. Por eso el outfit de hoy es un triunfo asegurado. Todo relativamente tapadito pero con un toque veraniego. Acompañen con gafas de sol XL y serán ustedes las reinas del paseo marítimo! No olviden subir los cuellos a lo Travolta y darles un par de vueltas a los puños.  

Ojito con venirse arriba y plantarse los pendientes a juego con las sandalias y atentados similares. La gracia está en darles ese toque, no en mutar en Anita Obregón y coordinar desde la horquilla hasta el tanga.


Para aquellas de ustedes que sientan dolor con sólo mirar de refilón los andamios taconiles, no problem, nos vale la misma apuesta con sandalias planas. Sólo que en ese caso, tienen que tener brillos, pedruscos, lazos tamaño descomunal o algo del estilo, que sino, el tema queda chuchurrío y en vez de glamourous de la muerte, se quedará en aprobado by los pelos.

Hale. A lucir palmito.

jueves, 2 de abril de 2015

New! New! New!

Ya ven. Fiesta nacional y yo aquí dándole que te pego con ganas de alegrarles el ojillo. Y es que ya no he podido contenerme más para postear las fotos de la nueva colección de diademas de Sophie et voilà! Vale que lo que precede en este momento es el tema capirote, no descarto ponerme con ello otro año, pero, de momento, una es más de flores.

Les recuerdo que, además de a poner verde el panorama trendy internacional, servidora se dedica también a esto... Y a los vestidos de alta costura, ya puestos a recordar.

Por un alado les enseño las maxi flores en versión encaje para las novias más atrevidas y la versión en terciopelo para las invitadas más rechiflantes. 


No me digan... Cómo es la de novia... Con un vestido lencero, con uno de corte vintage, con un rollito boho (sea lo que sea que signifique ese palabro)...




Que las de terciopelo tampoco se quedan atrás, no crean. El vestido más tonto del mundo y unos floripondios así de maravillosos. no hace falta nada más. Aunque si tengo que mojarme, responderé que a mí lo que me gusta es un pantalón de traje pegadito, con una camisa de seda blanca y una de estas diademas...


Que lo suyo es menos de ceremonia y más de porque yo lo valgo? Mucho mejor. La inversión será satisfactoriamente amortizada con la colección de nudos de seda. Más que una diadema ñoña y menos que una cabeza floreada.


Lo veo, lo veo, lo veo... Con vaqueros y sandalias planas... con un vestido de algodón blanco y largo...


Está feo que lo diga yo, lo sé. Pero no pueden negar que son requetemonas. Hale. Entre esto y los pendientes de hace dos semanas, les tengo atareadas eligiendo. Eso sí, no tarden demasiado que ya saben que no me gusta hacer muchas unidades, servidora es más de ediciones limitadas...


Pinchen sobre cada imagen y cotilleen. Que es muy sano.

Felices y estilosas vacaciones!