Redireccionando...

miércoles, 30 de abril de 2014

Las 7 diferencias

Era mi pasatiempo favorito del periódico durante la infancia... Y ahora.

Les propongo buscar las siete diferencias entre la duquesa de Cambridge y las duquesas de Palma y de Lugo. No me miren así, les doy un minuto para pensar. No. Esperen. Mejor les doy diez segundos,  porque sino, en lugar de siete, van a encontrar ustedes setecientas y tampoco hay que abusar.


1. Por las venas de Kate no corre sangre azul, lo mismo es por eso que no le da miedo ponerse tocado a la mínima de cambio, como no ha tenido que llevar corona en la infancia... Se me pone la piel de pollo sólo con pensar en la pamela de Doña Cristina en la boda de su hermano... En la playa las he visto más elegantes.


 2. Se planta vestidos de diseñadores internacionales sin que le tiemble el pulso. Si una es princesa, es princesa. El Low Cost es para la plebe. No vamos a pasar de la capa de armiño a Zara, no? Pues por aquí parece que sí, porque la prensa aplaude cada vez que la Doña repite modelo...


3. Rara es la vez en la que se le ve con pantalón. Hasta le hemos visto jugando a cricket con vestido... Pregunten a alguna niña de su entorno qué van a pedir a los Reyes Magos el próximo año, les contestará que un vestido de princesa, no un pantalón de princesa. En el apartado Borbón, mejor me abstengo de dar explicaciones


4. Tacones forever and ever. Ya saben ustedes que con eso se me gana fácilmente... Y si pienso en las infantas autóctonas, creo que se acercan más a la New Balance que a los Jimmy Choo...


5. Si se viste de cocktail, se nota. No lleva vestidos que parezcan arreglados de su madre. Si me muerdo la lengua me enveneno...


 6. Sabe lo que le sienta bien: siluetas muy marcadas de cintura para arriba y con vuelo en la parte inferior. A pesar de lo que pueda parecer, Catalina apenas tiene cadera y los vestidos muy ceñidos y sin pinzas no terminan de sentarle del todo bien.


7. Siempre se atreve con colores y estampados. En eso, nuestra infanta de la trenza del gancho negro no se queda atrás. Todavía recuerdo aquella chaquetilla de torero en rosa chicle... 

Seguro que a ustedes se les han ocurrido muchas más, pero este post no pretendía ir de maldades, sino de ensalzar el estilo sobrio y chic de una princesa. Un poco pereza, lo reconozco, pero correcto y elegante.

Fotos vía Glamour

viernes, 25 de abril de 2014

Tiene que ser una broma

No puede ser, no pueden estar diciéndome en serio que esperan que ustedes y servidora nos pongamos eso... Sonrían, esto tiene que ser una cámara oculta.

Puede parecer que últimamente estoy un poco reacia a todo lo que es tendencia, no lo voy a negar, pero es que ahora para ser original hay que diseñar adefesios que no hay manera de encajar en el armario. Un drama. A los colegas Valentino, Chanel, Dior... No les hizo falta disfrazar a su clientela envolviéndola en papel de celofán con burbujas o haciendo que enseñara el trasero para que el mundo se rindiera a sus pies.


Será que el mundo va demasiado rápido y no se para a disfrutar de la belleza y la elegancia, sino que sólo vuelve la mirada hacia lo irreverente y el escándalo. Porque si no es eso, señoras, cuelgo la chapa y cambio de oficio. Está claro que la delgadísima línea entre la moda y el "arte", se ha hecho discontínua y permite fugas en ambos sentidos.

A veces parece que a los creadores de estas joyitas se les olvida que su obra debe tener una finalidad, vestir a las mujeres. Señoras y señoritas que van a trabajar, conducen, tienen hijos... Van a ir todas ustedes ideales enseñando la ropa íntima a través de la falda más it de la oficina. La falda estará muy in, pero usted va a estar out de la empresa al día siguiente... (o eso o la ascienden inmediatamismo, que también se han dado casos...)


Miro las fotos una y otra vez y no consigo que se me vaya de la cabeza la imagen de las redes de seguridad de las obras, esas de color naranja butano, por que no son color mandarina súper trendy, no, me refiero al color Naranjito 82.

O esa especie de fajas de foam en las que vienen envueltas las papayas en las fruterías... Me van a perdonar, pero yo soy de ese tipo de loca de la carretera a la que le gusta que la moda le haga sentir guapa... y ninguna de las referencias que me inspira esta tendencia cumple la misión.


Miro la foto de arriba. Jo, qué fashion. No voy a recrearme en la melena que parece que le haya lamido una vaca, ni en los botines que le acortan la pierna (efecto bonito donde los haya, eh?), es que detrás de esta señorita podría sentarse un cura en el suelo y confesar sin problema. Será por eso que es ver a esta chica y venírseme a la cabeza un Ave María purísima... Y además le habrán cobrado la falda...


Que no me convence, y tengo la sensación de que va a seguir sin convencerme. También les digo que torres más altas han caído como les he contado aquí o aquí, pero voy a lanzar un órdago de chulería y voy a vaticinar que esta aberración no durará más que lo que dure el verano. He dicho.

jueves, 24 de abril de 2014

Por qué mi abuela no usa internet

Mi pobre abuela. La mujer no se aclara con tanto feisbu y tanta página güé. Y es que desde hace algún tiempo ni siquiera puede ver un programa de tv sin que aparezca un hashtag en una esquina o sin que le inviten a participar en alguna votación vía Twitter

Intenten explicar a sus abuelas de ustedes lo que es un trending topic, cómo y por qué usar Instagram, o lo que mola hacerse selfies en el probador de Zara. Les adelanto que les van a mirar como las vacas al tren y probablemente piensen que se han vuelto ustedes majaras. Y no les falta razón.


Recuerdo claramente la cara de mi abuela cuando, con unos 8 años le enseñé los zapatos que me había comprado para ir al colegio. Aquellas de ustedes que lean esto y hayan ido a colegio de uniforme, sabrán cómo de importante era la elección de los zapatos. Eso y el lazo del pelo era lo único en lo que una podía ser algo creativa.

A lo que iba, que me pierdo. Mis zapatos eran unos Martinelli de cordones de color negro. Brillaban y no tenían ni media muesca. Tenían pinta de ampolla asegurada, pero me daba igual, eran preciosos. Pero mi abuela no pensó lo mismo.


Es más, le pareció una aberración que llevara zapatos de caballero. No le parecieron elegantes, ni mucho menos femeninos. Me hundió en la miseria más absoluta. Dicho esto, se imaginan a mi abuela navegando por la red y fichando looks en Polyvore? Añadiendo pins a sus tableros de Pinterest? Clara y evidentemente, no.

Les cuento por qué. Sobre todo porque a la primera desgarramantas que viera con una falda vaquera hecha jirones, a la mujer la tendríamos que llevar de paseo en ambulancia. Y en el momento en que se diera cuenta de que lo que la colega lleva encima de eso que ella no usaría ni para empapar un escape de agua, es un chándal, la perdemos. Fijo.


No pretendo que vistan ustedes como sus abuelas, ni siquiera que vistan como a ellas les gustaría. Pero lo que sí les pido es que hagan de la moda algo real, algo lógico, algo bonito. Por mucho que cambien las modas y pasen los años, una falda rota, siempre será una falda rota, y un chándal siempre será un chándal. Y como sigamos por este camino, nos vamos a cargar a todas las abuelas del planeta antes de la próxima temporada otoño-invierno.

Todavía hoy me cuesta un dolor ocular severo ver a mujeres estilosas con zapatos de caballero. Por mucho Oxford que me quieran calzar, mi abuela tenía razón.


No seré yo quien haga ascos a un roto colocado estratégicamente, que una tiene un punto fashionista a pesar del árbol genealógico, pero de ahí a parecer que nos ha arrollado un camión cisterna siete veces seguidas para adelante y para atrás, hay un largo camino.

Abuela, tenías razón. Los Martinelli no eran bonitos, pero es que al colegio no me dejaban llevar tacones.

Imágenes vía Pinterest

miércoles, 23 de abril de 2014

Un must inesperado

No soy yo mujer de encaje. Lo admito. Y de guipour mucho menos. Pero está claro que esta temporada el universo de la moda se ha propuesto destruir mi estabilidad fashionista, reventar mis principios de estilo y darme en el morro con todas aquellas cosas que nunca habrían entrado en mi armario de forma natural y espontánea.

Está claro que estoy pasando por una segunda pubertad en la que me he entregado a los amores imposibles. Ahora mismo estoy en la fase de dejarme conquistar por las faldas lápiz de guipour. (Si este blog fuera trendy de verdad tendría que llamarlas pencil lace skirts, osea).


A lo que estamos. Como en todo, una vez más, el enamoramiento depende de varios factores. Si todas ustedes tienen un decálogo de requisitos del hombre perfecto, de la casa perfecta, del trabajo perfecto y hasta del billetero perfecto, la falda en cuestión no iba a ser menos. No son tantos como 10, pero son varios.

Para empezar, el tejido. Evitar a toda costa calidades mediocres. Señoras, se nota. Y mucho. Hay cosas que no pueden comprarse por 29,90.


La largura. Por debajo de la rodilla. No ignoren este punto, es crucial porque ahora es cuando les digo que para eso necesitan ustedes tacón alto y empiezan a odiarme. Está bien; háganlo. Ódienme. Pero, por favor, nunca se pongan una falda por debajo de la rodilla con medio tacón. Se lo ruego. Lo especial de este must de primavera es tanto el tejido como la longitud, recuérdenlo!

El forro. Algo más corto que la falda en sí y del mismo tono. Vamos a darle un poco de gracia al asunto... Y de paso acortamos visualmente la largura.


El remate del bajo. Con las ondas propias del guipour. Este es otro de los motivos por los que el tejido debe ser uno en condiciones. Nada de coser el bajo como si fuera una falda low-cost. Estamos a lo que estamos.

La forma. Pegada en la cadera y estrecha a la altura de las rodillas. Sin pinzas. No les voy a engañar. No es cómoda.


Y por último, la combinación. La gracia de la falda de guipour es combinarla como si fuera una falda cualquiera. No se trata de vestirse como si fueran ustedes a una boda en lugar de a la oficina. Recuerden que no hay nada que una buena camisa blanca no levante con soltura!

Se animan?

Imágenes vía Pinterest

martes, 22 de abril de 2014

Que yo dije qué???

Si me dieran un euro por cada vez que he tenido que tragarme las palabras... Ahora mismo escribiría este post desde mi hamaca con colchoneta de 20cm de grosor, junto a mi piscina de diseño con vistas a alguna bahía de portada de catálogo de agencia de viajes, viendo a lo lejos mi yate de chopecientos metros de eslora atracado en mi propio pantalán y con una piña colada repleta de sombrillitas de colores. Así. Sin más.

Hace poco hablaba de los zapatos blancos y de cómo habían evolucionado de horror poligonero a must fashionista, pero es que como ese ejemplo podría contarles miles. Qué me dicen de los pantalones campana? De los jerseys sin mangas? De las uñas azules? Y no todo es moda, señoras... Que yo juré que eso del kebab era una guarrería y no pasan quince días sin meterme uno entre pecho y espalda, a pesar del inevitable churrete de salsa en la camisa.


Pues una vez más miro al cielo, silbo y me hago la loca intentando que ustedes se olviden de todas esas veces en las que afirmé que en Sophie et voilà! no se hacen volantes. 

Ahora en serio, hay honrosísimas excepciones que son dignas de alabanza incluso en el tema de las ondas aflamencadas. Rectifico el rumbo y rindo pleitesía a los diseños de Valentino y Giambatista Valli, pero sigo firme en lo que a capas de volantes de gasa se refiere. Horror-pavor y de ahí no me apeo.


El secreto de estos vuelos que les muestro hoy está en su dimensión XL así como en su lugar de residencia. Un péplum gigante desde la cintura, una espalda sofisticada y bicolor, un remate brillante para una minifalda o un acabado voluminoso para una trasera. Volantes, sí, pero de otra manera, que en breve empieza la Feria y es muy fácil venirse arriba y hacerse un lío.


Son muchos los post que termino animándoles a ustedes a llevar su propia moda, a plantarse lo que más les guste sin importar la mirada reprobadora de la vecina rancia en el ascensor, a no dejarse intimidar por unas compañeras de trabajo que siempre llevan traje azul marino... A pasar olímpicamente de blogueras chachis que escriben como si tuvieran la única edición del libro del estilo absoluto en la mesilla. 


Dicen que rectificar es de sabios, no diría yo tanto, lo que me va quedando cada vez más clarito es eso de no digas de este agua no beberé, ni este cura no es mi padre...

Imágenes vía Pinterest

miércoles, 16 de abril de 2014

Con barro hasta la rodilla, o no?

Que me lo quieren vender y no me dejo... 

Esto de los festivales de la música y las artes será muy cool, pero no me seduce nada. Hacer botellón sentada en una campa y vestida como si fuera a pelearme en el barro, no termina de llenarme de emoción, pero está claro que soy una petarda que no entiende del mundo fashion-de-la-muerte, porque las celebrities más chulis pirulis del mundo se lo pasan pipa en Coachella...


Más allá de que el plan no es algo que me vuelva loca de amor, la pinta que tendría que lucir para asistir y no desentonar, tampoco ayuda. Si los mismísimos ángeles de Victoria's Secret van hechos un cuadro, lo de servidora vestida de boyscout sería absolutamente inolvidable.

Es que un sitio en el que tengo que plantarme unas katiuskas o unas chancletas porque el agüilla me va a subir hasta los muslos, no es un sitio al que me apetezca demasiado ir. Soy una sosa. Lo sé. Pero está claro que a ellas no les importa.


No me entiendan mal, que de esto, al concierto de año nuevo en Viena hay un largo camino. A mí también me gusta oir música en directo y a todo volumen, corear las canciones o inventármelas directamente, bailar como una loca y enaltecer la amistad, pero esta versión piji-grunge de recital no está hecha para las fans de los tacones.  


No estoy muy segura de por qué (o sí, pero voy a intentar ser políticamente correcta...), pero un aura de suciedad planea sigilosamente sobre este tipo de eventos, y eso termina de quitarme las escasas ganas de asistir que podían rondarme. 

El caso es que las súper-modelos son pro-festival y pro-short despeluchado, así que me las imagino durmiendo en sacos dentro de tiendas de campaña de esas que las montas y nunca más vuelven a caber en la funda. Salir del súper hotel californiano con más estrellas que habitaciones rumbo al concierto del músico alternativo de turno, no tendría el mismo espíritu hippilón... no?


Y nada de zona VIP para el famoseo, que la inspiración setentera era más de compartirlo todo que de poner una valla con colega como armario ropero en la puerta.  Para beber agua de la fuente y para comer, el bocata de lo que sea en papel de aluminio que se lleva en la mochila... 

Se me escapa una sonrisa malévola por la comisura izquierda, disculpen. Así, yo también me apunto.

jueves, 10 de abril de 2014

Cuarto y mitad de carne

Es lo que se me pasa por la cabeza cuando veo algunas invitadas. Las espaldas descubiertas, los volantes de flores y las gasas, todo mezclado en un mismo vestido, no suele acabar en nada bueno. Y si para colmo de atentado fashionista, el vestido es minifaldero, siéntense en un banco a ver pasar el espectáculo porque seguro que no defrauda.

Desde aquí quiero hacer un aviso importante a las fábricas de tirantes transparentes: tengo superpoderes. Yo los veo. Lo mismo le pasa a alguien más...


Hecha la notificación, hoy les quiero hablar de la proporción entre lo que se enseña y lo que no. Concretamente de las espaldas de las invitadas. Y es que una espalda bien elegida resulta sexy y chic a partes iguales, pero, como siempre, no vale cualquier espalda en cualquier vestido. Que hay quien se hace un lío y enseña más de o recomendable...

Entrando a machete sin anestesia ni nada... Si el vestido es corto, ni hablar de espalda abierta hasta la cintura. Si enseñamos pierna, ya vale. No es necesario vender más. Gracias. Me dan escalofríos sólo de imaginarme las medias de verano contrastando con el color de piel de la espalda...


Así que las espaldas descubiertas, como mejor lucen es con vestidos largos que configuran una proporción mucho más adecuada. No se preocupen por complicaciones con la ropa íntima, que está todo inventado y, sino, se inventa.

A veces no es necesario abrir completamente la espalda y una abertura en forma de lágrima, una transparencia, es más que suficiente para conseguir el efecto del que les hablo.


Lo mismo me acusan de querer taparlas, pero, si tengo que elegir, me quedo con las espaldas abiertísimas y con manga larga. Un sinsentido en toda regla... Pero elegante como pocas cosas. Nadie dijo que eso fuera fácil... Ni lógico. 

El tejido, mejor con caída, tipo crepe de seda... Una espalda al aire con una falda con volumen tiene un poco más de peligro (sobre todo es susceptible de miradas asesinas por parte de una novia que piensa que ha querido usted estar más guapa que ella...).


Desde este post les animo a ir de largo no solo en bodas, les animo a lucir espalda una noche especial... A ponerse lo que les guste cuando les dé la real gana. Hoy me he levantado criticona y reivindicativa, me siguen?

Imágenes vía Pinterest

miércoles, 9 de abril de 2014

La manta a la cabeza

Hoy me voy a los Madriles.

Hace meses que vengo maquinando una idea y voy a la capital cual Paco Martínez Soria con el atillo al hombro para hacerla realidad. Saben ustedes cómo es esa sensación de mezcla entre nervios, ilusión y miedo? Pues acaban de visualizarme cogiendo el avión.

Hace 6 años, cuando empezó mi idilio con los tocados comprando plumas en una callejuela de Nueva York, mi pequeña empresa tomó el nombre de los tres perros de mis amores: Rus, Lucas y Romeo. Menos comercial imposible, lo sé, pero es que una a veces se pone romanticona y no puede evitar sucumbir a los encantos de los peludos.



Por aquel entonces, como ya les he contado, viajaba con mis creaciones metidas en cajas a casa de las clientas, me pasaba el día haciendo looks en Polyvore y acababa la jornada inventariando los pedidos de flores en la alfombra del salón de casa. 

Aquella ilusión hoy se llama Sophie et voilà! , cuenta con un atelier de alta costura en la milla de oro de Bilbao, un blog de moda con más de mil visitas diarias, y va a lanzarse a explorar otros mercados, va a expandirse, va a contar con más manos y va a crear colecciones especiales de sombrerería para tiendas de lujo. 



Así que, ya se imaginarán, ahora toca tener muchas reuniones, trabajar aún más duro, tomar café a altas horas de la noche pegada a la pantalla del portátil, viajar por el continente y comprar aspirinas efervescentes en palets de carga. Esto es, lo que viene a llamarse, una embarcada en toda regla.

Deséenme suerte, o paciencia, o las dos cosas. Estos días me toca aprender de branding, marketing, showing y media docena de -ing adicionales que no sé lo que significan, pero que van a ayudarme a hacerme un poquito más grande. Vaya liada. Estoy encantada.

martes, 8 de abril de 2014

Mi batalla interior del mes (abril)

Estoy angustiada con este tema. Les prometo que por muchas vueltas que le doy al dilema en cuestión, no consigo tomar una decisión. Y es que estarán de acuerdo conmigo en que los zapatos blancos no admiten medias tintas: o están con ellos, o están contra ellos.

Yo he sido de este segundo grupo toda la vida. Los zapatos blancos de tacón eran para mí lo más alejado del estilo (amén de las botas de plástico de punta y caña arrugada... escalofríos por la espalda...) y lo más cercano a la mini de licra para salir el sábado noche a darlo todo al Scorpia... 


Pocas principios básicos son los que han permanecido en mi mente durante el paso de los años y las modas, y éste era uno de ellos. Hasta ahora. He aquí mi drama.

Resulta que las fashionistas de medio planeta se han puesto de acuerdo en resucitar al fantasma de mis peores pesadillas y se han apuntado al carro del zapato blanco. Pero eso no es lo peor... Es que resulta que no solo no me parece feo... Es que me gusta!


Ahora es cuando me pregunto si es el hecho de que el zapato blanco se haya puesto de moda lo que ha transformado este icono poligonero en oscuro objeto de mi deseo, o es que siempre he tenido una choni latente dentro de mí. Ay Dios mío... Si no resuelvo este dilema, voy a necesitar un intensivo de terapia de choque de Mujeres, Hombres y Viceversa...


Giovana Battaglia, Carine Roittfield, Victoria Beckham (vale, ésta cuenta como media, no me lo tengan en cuenta)... Son muchas las entendidas en moda que han añadido unos estiletos blancos a sus armarios. Es eso una señal? Debo entonces hacerme también con un par de cerezas de kilo y medio cada una para plantármelas encima del flequillo como les enseñaba ayer


Pero si ya ni siquiera las novias quieren llevar zapatos blancos! Qué será lo siguiente? El chándal de táctel verde menta con rayas moradas combinado con pendientes largos de oro y diamantes de plástico? (Déjà vu!!) Y lo que es peor... También acabará gustándome el look de mercadillo? Estoy echándome a perder... Esto es un punto de no retorno...


No sé qué hacer... Este desasosiego no me deja vivir... Lo peor de todo es que creo que conozco el final de la historia, pero tantos años de negación me ponen difícil lucir esta nueva adquisición que lleva 15 días en el armario. 

Esto me pasa por hablar.

lunes, 7 de abril de 2014

Las cerezas de Annita

Esta mujer me mata. 

Seguro que les ha pasado alguna vez eso de ver un desfile (en la tele, porque en directo, por muy VIP que sea, no se ve ni un pijo) o una foto en una revista de esas de canto gordo... Y pensar eso de "se puede saber qué loca de la vida se pondría eso?" Pues bien, tengo la respuesta a esa pregunta que no les deja dormir: esa persona se llama Anna dello Russo.

Es una de las jefazas de Vogue Japón, nació en Italia y vive en Sarajevo. Probablemente esto explique el remix cultural y artístico de su refrito de estilo. Lo mismo desayuna sushi viendo Sin-Chan, que come macarroni en una góndola... Y eso al final, quieras o no, te trastoca...


Esta mujer se lo pone todo. Y cuanto más raruno, mejor. Y si encima brilla... No les quiero ni contar!! El caso es que tengo la extraña sensación de que los diseñadores la tienen fichada y hacen las colecciones pensando directamente en ella, o al menos, dedicándole un par de modelitos estrambóticos.

Y ella está rechiflada perdida buscando en ese armario, que tiene que parecerse más a las bambalinas del Mouline Rouge que al suyo de ustedes o al mío propio. Y eso que a veces me sorprendo con algunas de las cosas que en algún momento de enajenación mental he decidido comprarme... (no me miren así, que me apuesto los tacones a que todavía tienen algo con la etiqueta colgando en el armario y que no hay manera de encajar en nigún outfit...).


Tod esto venía a que hubo una época en la que a Annita le dio por ponerse estas cerezas que les muestro  hoy (también disponible el modelo piña y el modelo pera... Ahí es ná!). Para que luego haya quien me diga que servidora hace tocados llamativos. El artista de la fruta de cabecera se llama Piers Atkinson. Hay que tenerlos cuadrados...

Gracias Anna por hacer que cualquier metida de pata en el estilismo diario sea una mera anécdota. 


No me digan que ahora no se van a atrever con un puntito más de locura en su día a día, total, hasta llegar al nivel AdR, nos queda un larguísimo camino!!

jueves, 3 de abril de 2014

A mí me enseñó mi madre

-A andar con tacones por el pasillo. Kilómetros de paseo para adelante y para atrás ensayando hasta que dominara la técnica. 

-A tapar la goma del pelo de la coleta. Desgraciadamente, eso no hizo mella en mí y sigo siendo la hija díscola a la que le le ve el elástico de todas... Todas.

-A pintar pueblitos con óleo. Desarrollé una paciencia digna de mención pincelada a pincelada hasta completar bastísimos campos de trigo que hoy lucen colgados en la pared de su cocina.


-A no perder la paciencia cuando nos encontrábamos con su conocida número n y a saludar amablemente sin que se notara que habíamos avanzado sólo 10 metros en media hora.

-A pintarme los labios sin mirarme al espejo.

-A que las parisinas son ideales, pero si tienes un día de bajón, no hay nada como subirse a unos tacones que lo levantan todo (culo included).


-A decir te quiero en cualquier momento. Aunque el de enfrente te ponga los ojos en blanco y resople. Aunque te pille por teléfono en mitad de una reunión. Aunque le oigas la mitad de la frase cuando las uertas del ascensor ya se hayan cerrado.

-A combinar zapatos, cinturón y bolso. En este caso, una vez que lo aprendí, se me olvidó. 

-A vivir la moda de una forma personal y exquisita. 


A todo eso me enseñó mi madre.

miércoles, 2 de abril de 2014

Este viernes tienen plan


Como lo leen, este viernes (lo que viene siendo pasado mañana) les espero en el atelier para enseñarles la nueva colección, conocernos, charlar, cotillear, picotear dulce y lo que surja.

No se lo pierdan.

martes, 1 de abril de 2014

Me puedo cambiar de reina?

Me van a disculpar, pero es que me gusta más la que tienen los holandeses. Me chifla la idea de tener una reina de la talla 42. Una reina que sonríe y que siempre está perfecta. Que lo mismo viste de Gucci, que de algún diseñador nacional al que le hace el favor de ponerse uno de sus trajes para darle un empujoncito.

Y no me vengan ahora con que eso de tener una reina fashion es muy caro, que el armario de esta señora se llena con mucho menos que la última factura de seguridad que pagaron ustedes para proteger la famosa rampa de alguna isla balear, y, a mí, personalmente, me hace mucho más feliz ver estas imágenes que las de los paseíllos mediáticos.


Me importa entre poco y nada que repita modelito. Sin embargo, pensándolo un poco, creo que me desilusiona ver que las royals de casa usan el mismo vestido para varios actos. 

Vamos a ver, si ustedes (y la que escribe) no llevan el mismo traje a dos bodas ni bajo amenaza de muerte, a estas señoras se les debería exigir un poquito de lo mismo... Que no nos importa lo que hace el laboratorio experimental universitario que está inaugurando con el ramo de flores en la mano... Lo que queremos es ver el vestido!!


No me digan que no va siempre ideal... Admito que algunas veces me derrapa, le patina la neurona y se viene arriba con algún palabra de honor que me chirría un poco bastante... Pero, en general, el vestidor de esta mujer me resulta muy inspirador,y lo del joyero, ya, no digamos... Si hay algo que no suele faltarle es un broche de esos que no te dejan mirar a otro sitio...


Si tuviera que sacar algún denominador común a todos sus looks maravillosos, sería bastante fácil. Siempre busca el volumen en un sólo punto. Bien en unas mangas acampanadas, en un peplum, o en un hombro, y el resto del vestido, bien sencillo.

Nunca va de negro, a excepción de aquellos actos que se lo requieran (ojalá leyera esto nuestra Doña!). Elige colores fuertes pero huye de las modas. Normalmente prefiere looks monocromáticos, pero si combina, lo hace mezclando un color fuerte y otro neutro como el beige o el marfil.


Encuentro poquísimos estampados en sus outfits oficiales, por no decir que casi ninguno. Comparte algún modisto con Matilde de Bélgica, pero obtienen muy distintos resultados... La pobre Mati siempre se raja a la hora de la verdad y se queda más cerca de la que iba para monja que del éxito en lo que a monárquicos estilismos se refiere.


Lo de los tocados y sombreros merece un post aparte... Ya saben ustedes que son mi debilidad y el romance que esta mujer tiene con ellos me trae loca.

Si hace unas semanas decidía irme a vivir a un país imaginario, hoy rectifico y me quedo un poco más cerca rindiendo culto a mi nueva soberana.

PD Madres y madrinas del mundo, apunten.