Redireccionando...

lunes, 24 de marzo de 2014

...Y esta es la historia

Pues no. No soy diseñadora titulada, no he ganado concursos, ni me he criado junto a una máquina de coser. No visto raro, ni soy una excéntrica loca. No tengo punto bohemio ni frecuento las fiestas de la jet set. No tengo barco, ni firmo con seudónimo. Si esperaban ustedes eso de mí, lamento defraudarles. Soy una mujer normal. Pero, para que no se queden con las ganas, les voy a contar una historia.

Sentada en la mesa de su atelier les escribe una mujer que creció rodeada de moda, que no de costura ni de tontería. 


Tenía aún los dientes de leche cuando la madre de mi más mejor amiga de aquella época, que tenía una tienda de tejidos de decoración, me regaló unos muestrarios viejos. Creo que ella no se imagina cuánto me marcaron aquellos pedazos de tela. A mí y al resto de mi familia, porque me dediqué a regalarles manteles, servilletas, coleteros, fundas para gafas, bolsas de ropa... hechos con estas manitas que hoy teclean posts, cosen tocados y dan forma a vestidos maravillosos.

Puede que todo empezara entonces.


Algunos años después de martirizar a la familia con tanta bolsita, ésta que les escribe se matriculó en arquitectura. La forma más seria de la moda. La ingeniería más creativa. Y se licenció, no sin sufrimiento y largos, larguísimos, años de estudio.

Ya en esa época comenzaron los viajes, las flores, las plumas... Ir a casa de las clientas con dos cajas inmensas forradas de cuadritos vichy llenas de pequeños tocados. A ver si piensan que llegué al Atelier sin morder el polvo...


Trabajar de lo mío y viajar en metro con mis cajas enormes empezó a resultar algo complicado. Así que decidí recibir en mi casa a las clientas en los ratos e los que no estaba pegada a una pantalla de ordenador dibujando planos. Aquello duró poco tiempo. 

Me di cuenta de que el reto de crear algo precioso para alguien que apenas conocía, me hacía absolutamente feliz. Y eso podía aplicarse a la arquitectura y a mis tocados. Sólo que con estos últimos me saltaba el Código Técnico y las visitas de obra. Para alguien a quien le gustan los tacones tanto como a mí, esto último fue un punto decisivo...


Así que aposté por divertirme. Por seguir diseñando y no tener miedo. Me tiré a la piscina y me rodeé de un equipo de lujo que me enseñara y aquí estoy. Haciendo vestidos y sin perder de vista a mis queridos tocados. 

Así que, señoras, discúlpenme si no estudié corte y confección, estaba bastante atareada aprendiendo de la vida misma.

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