Redireccionando...

viernes, 23 de mayo de 2014

Bye bye Dukan

No se asusten. No es que me haya dado la venada healthy ahora que el bikini empieza a asomarse con cara de "voy a sacar lo peor de ti" y vaya a hablarles a ustedes sobre hacer dietas tan absurdas como la de la alcachofa, la de los helados, la de los tés... O la de comer a la pata coja, guiñando un ojo y cantando Mi carro mientras engullen desesperadamente un batido de siete frutas que hace un mes no sabían que existían. No va por ahí el tema. No se pongan nerviosas.

No me extraña que a veces nos traten como si fuéramos idiotas. Es que a veces nos esforzamos tanto en parecerlo... "Y tú qué dieta haces? Yo? La superprotéica. Pues yo la macrobiótica. Uf! Ahora la que lo está petando es la hiperhistérica..."


Tengo la firme teoría de que las dietas de los endocrinos/dietistas/magos funcionan, no tanto por la combinación magistral de alimentos, sino por la vergüenza torera de subirse a la báscula delante de una señora con bata blanca que nos agarra el michelín con una llave inglesa de diseño y que nos mira con desprecio si no hemos bajado ni un gramo (amén de esos médicos perversos y sádicos que te pintan las zonas rebeldes con rotu negro gordo de los de precio de frutería...). Ese momento es traumático para cualquiera.

Si es usted de las que a estas alturas de la temporada van con el termo lleno de un líquido verdusco pegado a la mano y no comen más que barritas de ésas que se supone que saben a chocolate/fresa/vainilla pero que en realidad son como darle un mordisco a las Páginas Amarillas, claramente, éste no es su post.


Les diré que después de dos hijos y pasados los 30 esto ya no es lo que era, no les voy a engañar. Pero también las digo que no pienso desintoxicarme de mi adicción al McDonalds, que voy a seguir comiendo un balde de palomitas cada vez que consiga ir al cine, que no voy a dejar a un lado del plato la nata que adorna los postres y que voy a seguir comiendo gominolas hasta que me hagan clienta VIP de Happy Pills. Vivir sin eso no merece la pena.

Si todo eso hace que me crezca el pandero y que las cartucheras ocupen nuevos espacios, no es problema. Me paso a las faldas con volumen. Eso sí que es un milagro. Afinan la cintura y esconden lo menos perfecto de nosotras mismas, a la vez que resultan implacablemente femeninas. Tiembla Dukan...


La versión vestido con falda voluminosa ya está un poco manida (aunque funciona maravillosamente... Me lo imagino en piqué...) y puede resultarles un tanto formal, así que les propongo una combinación con camisas. Utilicen las faldas como si de unos jeans se tratara. Eso sí, no me sean sosas y apuesten por un estampado alegre. Imprescindibles bolsillos.

Sobre la largura... Como siempre, depende. Por encima de la rodilla con zapato plano, y por debajo con tacón. Más trucos: si tiene usted mucho pecho evite la cinturilla ancha. Abracadabra, acabo de quitarles le mal rato de tener que ponerse a dieta.


No les engaño, cuando se quiten la falda, el enemigo seguirá estando ahí. Mirándoles y sonriendo de medio lado... Pero ustedes ya habrán vencido el día estando divinas. Quién gana entonces?

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