Redireccionando...

jueves, 15 de mayo de 2014

Princesa? Paso, prefiero ser reina

Se han dado ustedes cuenta de que en todos los cuentos, la prota que mola es princesa? O, al menos, aspira a serlo, bien luchando por que un rey reconozca su paternidad (muy Sálvame), o bien en modo aspirante para entablar casamiento con infante azul (a muerrrrrrte con Quien quiere casarse con mi hijo?)... 

El caso es que llevo un ratito pensando que ser princesa no tiene ninguna ventaja. Vive usted en el castillo de sus padres, con el control de horarios, comidas y demás protocolos que eso conlleva (y eso suponiendo que no pese sobre su cabeza algún horrible maleficio). Depende económicamente de ellos y hasta es posible que le planten a un Duque más feo que un oso a modo de eterno compañero... Por no hablar de que pasarse la vida recogiendo flores de los jardines de palacio o bordando pañuelos de seda no es una rutina que atraiga al gran público precisamente...


Lo que sí que mola es ser reina. Ahí ya lo tienen ustedes todo hecho. El castillo es suyo en propiedad, el rey ha asumido que manda usted y no tiene que rendir cuentas a nadie. Los conjuros los hace usted misma y la cabeza la tiene amueblada y hasta con las cortinas puestas. Aunque puede que el cuerpo no sea el mismo que cuando recogía flores, sigue estando estupenda y los Valentino le sientan mucho mejor que hace un par de décadas.

Si esto es tan evidente, por qué nos empeñamos en vestirnos de princesa y no de reina? Hablo por las novias concretamente...


La generación de mi madre se casaba a los 20, y la mía a los 30. Servidora puede entender que alguien que pase por el altar recién superada la barrera legal para tomarse una cerveza, aún tenga fresco en su retina el cancán de Cenicienta, pero cumplida la treintena no hay excusa para venirse arriba y aspirar a protagonista de blockbuster infantil de las próximas Navidades.

Si se casa usted más allá de los 30, está repitiendo experiencia (o tripitiendo, que se dan casos), o, simplemente, nunca aspiró usted a lucir tiara prestada, plantéese ser reina.  


Estoy segura al 99% de que para hacer los papeles del casamiento no hace falta adjuntar certificado de mínimo de metros cúbicos de falda de traje de novia. Igualmente, estoy convencida de que nadie le confundirá usted con una invitada (aunque sólo sea por aquello de que a la boda de una, se suele invitar a gente conocida).

Luzcan ustedes estilosas por favor. Olviden los cortes sirena, los palabras de honor, los volantes de organza, los brillismos en la cadera, los drapeados, los escotes corazón de encaje, los cancanes exagerados y los velos amantillados.


Opten por el crep de seda, el tweed, el tul, las mangas largas, la combinación de tejidos y, sobre todo, por la sencillez del buen gusto.

Claramente, si tengo que elegir, prefiero ser Maléfica antes que la ñoña de la Bella durmiente...

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