A ellas les dedico este post.
A esas locas que quieren entrar del brazo de su padre por la puerta y hacer un lento paseo digno de coronación europea, cuando ellas siempre van corriendo a todas partes.
A esas chaladas que quieren bailar el vals del Lago de los Cisnes con estudiadísima coreografía, aunque habitualmente no pasen del Bailando de Enrique Iglesias, a lo suelto y con copa en mano.
A esas chicas que se paran en los escaparates de las joyerías con sus novios, como por casualidad, y les explican lo bontísimos que son esos solitarios (amén de las que tienen a alguna amiga amaestrada y con referencia concreta por si al susodicho le da por preguntar).
A esas piradas que siempre llevan coleta y se hacen media docena de pruebas de peinado y guardan unas 30 fotos de recogidos, semirecogidos y demás historias capilares para el día B.
A esas mujeres enajenadas que tienen una carpeta en el ordenador de la ofi llamada Personal y que en realidad debería llamarse Boda.
A esas insensatas que calzan zapatos planos pero que han encargado unos Jimmy Choo de 11cm de tacón para su gran día.
A esas contradictorias chicas que siempre usan ropa íntima básica de Woman's Secret (color carne, admitámoslo) y se llevan un chasco cuando les dicen que ese día no podrán llevar sostén de mil encajes porque se les marcaría con el vestido.
A esas trastornadas a las que se les mueren todas y cada una de la plantas de la terraza y que, sin embargo, saben perfectamente la diferencia entre una peonía, una rosa Austin y un ranúnculo, la época en la que florecen y las tonalidades que ofrecen.
A esas imprudentes féminas que desean fervientemente casarse en el siglo XXI. Gracias.
Gracias por resultar irreflexivas, absurdas, locas... Porque lo único que da sentido a todas esas tonterías que somos capaces de hacer es la ilusión. Y pocas veces en la vida se tiene una ilusión tan alucinante como la de casarse.
Imágenes Chanel Haute Couture