Redireccionando...

martes, 21 de julio de 2015

Decir adiós

Duele no tener opción. Tener que alzar la barbilla y calzarme los tacones, sonreír a cada lado y reengancharme a esto que me dicen que es la vida. Del todo al nada sin periodo de adaptación. A pelo y sin epidural. Un susto, un drama, un alivio tal vez. 

Vivir como propias las ilusiones de tantas para acabar el día sin una propia. Consejos doy para mí no tengo. Esta ironía vital es macabramente enrevesada. Humor negro elaborado.

Sin lágrimas, ya lo llevo todo llorado. Sin dramas, el mundo no va a ser más condescendiente conmigo ahora que tengo los ojos hinchados. No va a girar a 33 porque ya no estés, cuki. Porque ya no tenga donde agarrarme cuando suba la velocidad. Pero allá donde estés te diré que no me voy a bajar. Algún día estarás, de verdad, orgulloso de mí. Y yo seré grande. Y feliz.

Aprenderé. Aunque sólo sea porque no tengo más remedio. Por eso o porque soy la hostia y a mí no hay quien me tumbe. Subidas y bajadas en lo que dura un café. Un paseo por Bilbao. Una conversación de quinceañeras.

Esas sorpresas que le da la vida a la vecina del quinto y que, un día, le sacuden a una un soplamocos monumental y le sacan de su zona de confort. Plis-plás. Y se le oye a alguien decir con poco acierto c'est la vie! Sí señor, así es.

Miraré atrás de vez en cuando y te echaré de menos, lo prometo. Puede que un día te escriba algo bonito, aunque ahora sólo encuentre inspiración para redactar tu epitafio.


3 comentarios:

  1. Combinar duelo, fuerza vital y valentía. Eso has hecho, y esperas escribir algo más bonito? Pues espero que sea pronto, te espero. Ánimo, y palante!!!

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