Redireccionando...

jueves, 19 de marzo de 2015

De flecos y necesidades fashionistas

No se lo van a creer. Lo nunca visto. En un alarde de creatividad del universo trendy, vuelven los 70. Los pantalones campana, las blusas de gasa, los flecos de ante y Jose María Iñigo con pelo. Todo. 

Estamos más que acostumbradas a estos vaivenes década arriba, década abajo... Al pantalón pitillo y a la pata de elefante batiéndose en duelo en nuestro armario... Así que, una vez más soportaremos heroicamente este embiste tendenciero.

Les confieso que mientras no vuelvan los ochenta con los pelos cardados, las hombreras descomunales y los vaqueros nevaditos, duermo tranquila. 



Si no lo han hecho ya, les advierto que se van a hartar de ver producciones de moda en carromatos del oeste y flower-powers del siglo XXI. Todo muy original. Nada visto. 

El caso es que la tendencia hippilona me horroriza, pero el tema de los flecos se ha convertido en ese oscuro objeto de deseo. Ahora el tema está en dónde los colocamos para no parecer Cocodrilo Dundee. Que me gusta a mí jugar con fuego, ya saben.


En el podio flequil encontramos las fringed jackets, en modo chaqueta western, en modo poncho Pocahontas... La verdad es que variedad hay, al César lo que es del César...

Para aquellas de ustedes que estén opositando a starlette de su oficina, se recomiendan las faldas flecudas. Pero con los pelos bien largos. Charlestones, los justos. Personalmente, me desmarco, en casa de mi abuela había unos cubre-radiadores de flecos de seda que iban hasta el suelo y el tema se me antoja parecido... 



Lo que está claro es que pongan donde pongan los flecos, no son suficientes, para ser cool, hay que poner más. Véase: en el bolso. 

Aquí es donde se me alegra el ojillo y me tiembla la tarjeta. Es que me pongo nerviosa perdida, ya me ven...


Hace ya un par de años que descubrí por casualidad los bolsos de Sara Battaglia (hermanísima de Giovanna Battaglia, se acuerdan?) y quedé fulminada en un sinvivir que se columpiababa entre el me chifla y el me horroriza.

Han tenido que pasar 24 meses para darme cuenta de que lo nuestro es amor del bueno.


Es verlos y no poder apartar la mirada. Otra de esas necesidades que me genera internet. Me pasó con aquellos zapatos y con unas dos mil cosas más... Como siga así voy a tener que instalarle un control parental (o más bien marital) a Pinterest. Pero ya, si eso, lo hago después de esta última compra...

En amarillo. No lo puedo evitar. Aunque el combinado en negro, marfil y topo... Mierda. Voy a perder la tarde con esto...


Si no les gustan, mejor para ustedes, pero si, como servidora, han quedado absolutamente prendadas de los bolsos peludos, que Dior se apiade de sus almas. 

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