Redireccionando...

jueves, 22 de enero de 2015

Mi dilema del mes de enero

Nunca he entendido esa manía famosil de calzarse gafas de sol tamaño vitrocerámica de cinco fuegos en sitios cerrados, sobre todo teniendo en cuenta que la intención era pasar desapercibidas... Siempre que salgo de un aeropuerto me dan ganas de ponerme unas maxigafas, subir los cuellos del abrigo, morderme los mofletes por dentro y agachar la mirada... Será la Anita Obregón que hay dentro de mí... Fotos no...

Pues, que sepan, que el tema está absolutamente demodé. Caput. Out. Lo de las gafas oscuras y lo de ir de incógnito, digo.


Ahora, como ya saben después de analizar absurdeces como las sandalias en febrero, de lo que se trata es de llamar la atención como sea. Si para conseguirlo hay que acabar ingresadas con neumonía, se siente. La fama cuesta.

Si ven ustedes que una semana en la UVI les viene mal, no se agobien, hoy les propongo una técnica menos dolorosa de conseguir miradas. Hacerse con unas gafas de sol raras.


Eso de comprarse gafas de sol para el sol de verano es algo de lo más vulgar. Como de revista semanal... Ustedes ya están en un nivel superior. A partir de hoy, tienen que ponerse vidrios oscuros aunque llueva para arriba. Eso sí, no vale cualquiera. Cuanto más raras, grandes e ilustradas sean las gafas en cuestión, mejor. Muerte al negro y a la concha. Las wayfarer tuvieron su medio siglo de gloria y las de aviador, pues eso, échenlas a volar.

Unas gafas con flores, brillos, aplicaciones o diseños dignos de un Dalí de la óptica. Todo vale. Todo lo que no sea convencional. Desde aquí les recomiendo unas de tamaño parabrisas de hormigonera, en verde degradé con flores doradas e incrustaciones de cristal amarillo, salpicadas de purpurina azul. Algo sencillo, vaya. Que no han ido a la peluquería? Que se han puesto un zapato de cada color? Que son ustedes de femen? No se preocupen. Nadie va a darse cuenta.


Pensándolo un poco, son todo ventajas, verán. 

En invierno, tapadas hasta las orejas, con bufanda y abrigo largo, le dan un toque de lo más cool al outfit. Incluso podrían no peinarse. Lo único, no combinen con peineta. Martirio tiene registrado el look.

Si se las ponen de noche entrarán de gorra a cualquier club que se les antoje, eso sí, por su integridad física, vayan del brazo de alguien o acabarán la velada con las gafas pero sin piños.

Si han tenido que salir de casa en emergencia y sin maquillar, bien sea al súper a por leche, o a urgencias con un churumbel, además de disimular la ojera, les darán a ustedes un aire de mujer de futbolista o actriz de Hollywood de lo más guay. Lo único, no olviden combinar con zapatilla de running. Arreglá pero informal.


La gracia les va a salir un pico, se lo advierto. Ya saben que estas absurdeces suelen salir caritas, lo que las hace todavía más apetecibles. Somos idiotas, permítanme que las incluya.

También les digo que con un poco de tiempo, habilidad, las 10 temporadas de McGiver en la retina y un par de bricomanías, pueden ustedes fabricarse unas. He encontrado un tutorial que parece tan fácil que no voy a intentar por si fracaso, y acabo yendo a terapia.


No digan de este agua no beberé...

No me miren con esa sonrisa de medio lado, a ver si les va a pasar como a ésta que escribe, que fue a comprarse unas gafas de pasta negras estilo tonadillera y salió de la óptica con unas parabólicas con flores de colores al más puro estilo Paco Clavel. Un básico, vamos. 

Como les digo, dilema resuelto y estrenado. 

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