martes, 24 de febrero de 2015

Uno, brillante y enorme

En un primer momento iba a ser mi dilema del mes de marzo, pero la duda se ha disipado mucho más rápido de lo que soy capaz de teclear. Así que, como se imaginan... Me lo pido, me lo pido y me lo pido.

Los ear-cuff son uno de esos ítems fashionistas con un nivel de absurdismo tan elevado, que los han catapultado a la categoría de must have. Vaya frase, a veces me doy miedo... Se han enterado de algo?

Para aquellas a las que la tendencia les pille por sorpresa porque vivan en una galaxia paralela, les explico. El tema va de ponerse un pendiente descomunal y ascendente en una sola oreja. Cuando más brillos tenga mejor. Sé lo que están pensando. La cantidad de veces que tendrán que responder a eso de... Uy! Se te ha caído un pendiente! Pobres mortales, no saben que esto es lo más de lo más.


No se crean que la gracia del pendienteo huérfano es tan fácil, que para encontrar estas fotos he tenido que bucear en Pinterest entre decenas de aspirantes a Arwen, Légolas y demás familia élfica y eso, con el tiempo acabará pasándome factura. Pero yo, por ustedes, lo que sea.


Al principio no entendía bien eso de llevar sólo uno, pero tras una profunda meditación y media docena de suplementos de moda, ya tengo la explicación. El teléfono. A ver quién es la hábil que es capaz de contestar sin dejar la pantalla como si Garfield hubiera estado guasapeando... Claramente había que dejar una oreja libre para retransmitir los desfiles desde el front row. Aunque, ya que estamos en modo creativo, podían haberle instalado al invento un bluetooth y hubiera resultado práctico además de ultra-cool. Pero entonces no necesitaríamos la funda para el móvil con forma de cesta de patatas fritas... Vaya por Dios... Ser trendy es dificilísimo...

Se les va a enganchar el pelo, les costará ponerse las gafas y habrá quien no lo entienda, pero habrán elevado ustedes su caché media docena de puntos.

Además, tengo una buena noticia. Esta vez no hace falta hipotecarse para dar la campanada en la oficina. Aleluya. Desde la big family inditexera hasta las prohibitivas joyerías de lujo de la Place Vendôme, tenemos orejeros bling-bling para todas las carteras. Todo pichichi se ha apuntado a la tendencia. Gracias globalización!

Sólo tengo una pregunta más a la que no he conseguido contestar. Qué me pongo en la otra oreja? La dejo desierta? Le combino un brillito a juego? Echo la melena por encima y paso de darle vueltas a semejante idiotez? A ver, la mente iluminada que me creó esta necesidad!! Que arroje un poco de luz sobre esta angustia que no me deja dormir...



Me encanta, no lo puedo evitar. Ahora sólo me queda madurar qué aire le quiero dar al resto del outfit, o me encontraré un lunes cualquiera en ropa interior (color visón tope de glamour) delante del armario a las 7:30am con pendiente XL brillando cual bola de discoteca setentera e intentando dilucidar un estilismo apropiado. No way.

Me da que, en un alarde de originalidad, optaré por un top blanco y unos vaqueros skinny (repegaos, vaya) con rotos estratégicamente colocados, con posibilidad de variante entre stilettos nude o parisinas de color flúor, según estado de ánimo mañanero. Gafas de sol tamaño paellera: innegociables. Me han soplado que si añaden al look un anillo minúsculo, de esos que no pasan de la segunda falange, les convalidan hasta segundo de petardeo fashionista.


Ya ven, a veces no es tan difícil ni tan caro. 

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