No se imaginan ustedes el miedo que me dan las bodas de tarde. Es un temor incontrolable, una angustia severísima. No crean que me refiero a los desplazamientos nocturnos, a las peluquerías en ciudades ajenas... Qué va. Me refiero a ellas. Las invitadas.
Esas mujeres que confunden una boda a las 5 de la tarde en la ermita de Entrambosríos de Sotoscueva, celebrada por Don Eulogio, con la nocturnísima gala del Metropolitan de Nueva York, amenizada por Billy Crystal y con actuaciones de Beyoncé y Lady Gaga ataviadas con bañadores de Svarowski. A ellas les parece que la diferencia es inapreciable.
Esas mujeres no entienden de estaciones, de frío, ni de calor. Son duras como el acero. Ellas son capaces de aguantar un tirante de 0,5cm sujetando un vestido con medio millón de volantes de gasa floreada con 0ºC. Pueden llevar guantes de ante hasta el codo en agosto si consideran que ese sacrificio sublimiza el outfit. Aguantan los chales de seda con los brazos cruzados aunque se les gangrenen las manos. Arriesgan su vida exponiéndose a la falta de oxígeno que provocan ciertos drapeados y son expertas en conducción extrema de tacones sobre empedrado y césped.
La marina americana se está planteando enviar a sus reclutas a hacer maniobras bajo la supervisión de estas Chuck Norris de las bodas.
Reconocerlas resulta sencillo. Busquen el palabra de honor drapeado con falda con godés de gasa, cola de medio metro, guantes largos de raso, clutch de pedrería, recogido con varios mechones flotando a modo de tobogán de aquapark y pendientes cegadores.
Mujeres valientes con una percepción del minimalismo cuya cota 0 se corresponde con Elie Saab.
Sólo hay una cosa que es capaz de aterrorizar a este selecto grupo de heroínas: las mangas. Especialmente las mangas largas. Sólo algunas de las que siguen bajo la tutela de una madre se ven obligadas a lucir el bolerito de rigor.
Como toda profesión de riesgo (policías, bomberos, controladores aéreos), requiere de periodos frecuentes de descanso. La señal encriptada para que puedan tomar un respiro es el tercer compás del primer pasodoble. En ese momento, se bajan de los tacones y se calzan unas bailarinas/alpargatas/chanclas. Todo muy estudiado.
No hay boda sin presencia de una de estas invitadas de los cuerpos especiales. Realmente las admiro. Son mucho más felices que esa tía lejana calzada con tacón chupete y vestida de Prada...
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