martes, 1 de septiembre de 2015

Agosto

El Dragon Kahn es un badén carretero de tres al cuarto comparado con este mes mío de verano. Un  triste mecagüen conduciendo. Las cosas como son. Servidora lleva 31 días de sube-baja sin parar de derrapar, subir, bajar, voltear, agitar... Y vuelta a empezar. Claro que sí. A toda velocidad, con el pelo revuelto y sin manos. Mira mamá!!!!

Quién es el pirado que quiere inercia? Movimiento uniformemente acelerado? Absolutamente nadie, aunque todos acabemos rendidos a los pies del rozamiento y la gravedad, a nadie le amarga una montaña rusa. Aunque se acabe de color verde. Será ésa la gracia, pánico y placer a partes iguales... Y yo que las he odiado toda la vida. Eso y los spas. Que me dejan mal cuerpo, oigan. Nunca es tarde.

Disculpen estos derrapes de física básica regados con música de Mark Anthony con una más que dudosa acústica en plena calle. Así es el verano, no? Adrenalina al por mayor, un par de hits en spanglish fácilmente tarareables, melón troceado en la playa, un gintonic con hielo aguado, hola qué hay?, gente nueva, media docena de churros y una vida para organizar. Ah, no. Disculpen. Eso último sólo me pasa a mí. Mi vagón va subiendo poquito a poco la primera cuesta.

Hacemos cumbre. La batería del móvil que no dura ni 24 horas, la marca del bañador y la nariz pelada, Gargantúa, Madrid, San Sebastián, Santander... Llega la primera bajada de vértigo. Miedo, ganas y un grito. Una novia que arrasa en las redes sociales, una cita de tres días en la agenda, una habitación azul y dos fotografías. La mariposa del estómago está dándolo todo. Si éste es el premio por subir, que me pongan más pendiente en la siguiente, please. 

Qué quieren que les diga? Las mejores cosas de la vida suelen dejarle a una despeinada.


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