miércoles, 3 de septiembre de 2014

Las princesas ya no son pijas

Todo ha cambiado. 

Recuerdan ustedes todas esas normas de educación que les enseñaron en la infancia? Nimiedades como saber el protocolo en una mesa, la distinción que se desprende de la discreción, la elegancia de los buenos modales... Pues bien, olvídenlas, rápido, más les hubiera valido aprender a hacer piruetas en una barra americana, a mostrar su ropa interior con el mayor número de público posible o haber montado algún escándalo sexual en un reality poligonero.

Aquellas de ustedes que quieran que sus hijas porten corona algún día, hagan el favor de redireccionar el tema y apunten: ellos ya no quieren más princesas.


Les explico. Hakoon de Noruega, Carlos Felipe de Suecia y algún otro más cercano (...Tengo el nombre en la punta de la lengua... En fin...) sucumbieron ante los encantos de mujeres versadas en estos temas. 

Se diría que compartir ropa de cama hubiera sido el logro más probable de mujeres así, pues nada más lejos. Algunas de ellas han llegado a conquistar sus azules corazones y hasta han pasado por la Vicaría llena de Obispos y demás grandes aristócratas. Ya ven, del Gran Hermano de turno a las audiencias privadas. Qué contrariedad...

Y ellos, encantados. 


A ver si consigo explicarme sin herir demasiadas sensibilidades (hay que ver lo que me gusta meterme en charcos...).

Hubo un día en el que se educaba a las mujeres para ser buenas esposas y madres. Bordar, tocar el piano, servir el te... Eran labores propias de nuestro sexo. Más tarde, además, debíamos tener una formación cosmopolita y hablar varios idiomas con fluidez. La buena cuna implicaba eso mismo elevado a la enésima potencia. La exquisitez, el buen gusto, los refinadísimos modales y el nada espontáneo protocolo eran los requisitos mínimos para aspirar, siquiera, a soñar con ser princesa.


Ahora es al revés. Si tiene usted interés en convertir a la chiquilla en damisela de la corte, haga el favor de sacarle del colegio de pago, elimine la equitación de su agenda y preséntele al concurso de belleza del centro comercial más cercano. Gaste la bolsa de estudios que llevaban usted y su marido ahorrando desde antes de que naciera en algún implante exuberante, en picardías de color flúor y en extensiones exageradas. La realeza europea se la quitará de las manos... Hágame caso.

Si además su hija puede aportar al matrimonio algún divorcio escabroso, algún hijo de padre presidiario o algún desarreglo familiar dramático, mucho mejor. La prensa se pondrá de su parte y celebrará que la futura sea tan normal. Tan natural.


No se preocupen, ya le educarán cuando consiga el anillo. Total, sólo va a ser la imagen de un país, el estandarte de la diplomacia de todo un pueblo y el espejo donde muchas jóvenes del mundo querrán mirarse.

Es estupendo tener en las coronas de toda Europa mujeres tan de la plebe, tan cercanas, pero, eso sí, cuando les plantemos la corona, mejor les apuntamos en algún máster carísimo y les alargamos el bajo de la falda, les vestimos con alta costura y les pedimos silencio. Por si acaso.

1 comentario:

  1. Pues mira, por una vez no estamos de acuerdo.
    Puede que no esté yo muy puesta en la vida de la realeza pero... la reina Letizia no lo hace mal ni soy consciente de que tenga ningún escándalo a sus espaldas (lo siento pero un divorcio no me parece un escándalo) además de que para mí le salva enormemente ver esa cara de enamorada que se le pone al mirar a su marido.
    Pero otros ejemplos de mujeres sin sangre real que creo que están perfectamente a la altura de sus maridos y el cometido que les espera : Mary de Dinamarca, Máxima de Holanda...

    Además de que éste tema no es de ahora: La madre de Victoria de Suecia, Grace Kelly... osea que hace ya tiempo que ellos no necesitan princesas de sangre azul para casarse. Llueve sobre mojado.

    ResponderEliminar