Si pensaban ustedes que las discusiones entre una novia y su madre en los meses previos al enlace giran en torno a la distribución de las mesas, el calendario, los invitados o el canapé de foie... Nada más lejos. El enemigo público número uno de la unión materno-filial preboda son los zapatos de la novia. Doy fe. He servido de escudo humano en repetidas ocasiones...
Les adelanto que en esta guerra siempre gana el mismo bando: el que viste de blanco.
-Madres: zapato blanco/marfil preferiblemente forrado de tipo salón no demasiado alto. Principal argumento: lo clásico siempre funciona y lo cómodo es un plus.
-Novias: estiletos tipo andamio en tono nude. Principal argumento: el "todo a juego" ha muerto, viva el zapato de alta costura!
La guerra está servida.
Mamá, no insistas, no voy a llevar zapatos blancos... Por una frase menos contundente comenzó la guerra de los misiles de Cuba... A esta afirmación le siguen, normalmente, la misma consecución de hechos: la madre cruza la pierna, coloca una mano sobre otra y pone los ojos en blanco. Si en la expedición bodil se ha incluído a la abuela, asegúrense de que haya un desfibrilador en la sala.
Parece que te hayan prestado los zapatos... Esa réplica de una madre, acompañada por esa mirada que sólo las madres saben poner y que haría que el mismísimo Tristón (le han dejado... No le quieren... Recuerdan?) pareciera un psicópata.
Novias del mundo, si, además del disgusto zapatil, no tienen ustedes pensado lucir mani-pedi francesa, este no es el momento para hacerlo saber. Si ignoran la recomendación y, a mayor abundamiento, deciden tocar el tema ramo, su actuación será considerada como atentado terrorista.
Los disgustos, dosifíquenlos, por favor.
Sólo les pido una cosita de nada. Si se deciden ustedes por unos maravillosos andamios de 12cm de tacón, hagan el favor de aguantarlos como Dios manda. Nada de cambiarse los zapatos, de acabar sobre unas alpargatas o desgracias similares.
Sean ustedes conscientes del desaguisado de estilo que supondría mezclar el Chantilly vintage con algo que es más propio de emparejar con bota de vino que con copa de champagne. Por no hablar de los milagros que se supone que debemos obrar en los atelieres de alta costura para hacer que el vestido encoja 10cm y que la novia en cuestión no ejerza de fregona humana.
Ese día deben ustedes estar maravillosas.
Más razón que un santo, sobre todo en lo que se refiere al arrastre obligado del vestido cuando una novia se cambia de calzado por algo más bajo. A mí me da mucha penita.
ResponderEliminarYo fui una "chicagrande" y aguanté mis andamios tooooodooo el día por ese motivo..