Sé que vino al atelier por compromiso. Por una amiga. Por no quedar mal. Ella quería hacerlo fácil, ver un vestido, enamorarse de él y plantar un sí quiero sin demasiada complicación. Y ahí la ven. Una novia Sophie et voilà! en toda regla. Se llama Nagore y es la culpable de un empacho de bombones épico.
Desde el cariño que le he cogido en tantos meses de trabajo, puedo decir sin demasiado miedo a que se enfade conmigo que ella tiene un puntito bipolar. Llegaba a las pruebas muerta de miedo, agobiada y con los nervios de punta, pero acababa marchándose de cada una de ellas tranquila y sonriendo. Creo que hicimos un buen equipo ella y servidora.
Un vestido sencillo pero con gracia, ni hippie, ni hipster, ni princesa, ni damisela... Porque Nagore no sabía lo que quería, pero tenía clarísimo lo que no quería. Y así nacieron una falda de tul y un cuerpo de encaje francés forrado sólo en la delantera.
Soy consciente de que fui el mayor de sus desvelos... No consiguió visualizar su vestido hasta una semana antes de la boda, pero cuando lo hizo... Creo que mereció la pena.
Gracias Nagore por cambiar de idea y confiarme el vestido para tu gran día B. Por hacerle caso a Marta, por no enseñarme los imperdibles con los que acabaste recogiendo la cola, sabes que me habrían dolido, por tanto chocolate y por la sonrisa de la semana pasada cuando nos encontramos por la calle, porque esa sonrisa es mi mayor éxito.
Ahora sólo me queda desearte suerte, paciencia y mucha felicidad!